Cualquier partido de Copa Libertadores puede considerarse un espectáculo especial. Sin importar los protagonistas, cada encuentro de la competición más importante de nuestro continente suele ser más atractivo que cualquier otro. Ayer, la ocasión era inmejorable. No sólo se enfrentaban los dos mejores equipos del grupo 2, sino que también se hacía presente Ronaldinho. Luego de ser clave en la clasificación, el astro brasileño era anunciado como titular en la noche lanusense. Con todo esto, ya no era una opción ir al estadio. Era una obligación.
Me dirigí al estadio Ciudad de Lanús con sentimientos encontrados. Por un lado, la ilusión de ver al mejor Ronaldinho era inevitable. La reciente convocatoria de Mano Menezes sumada a la buena actuación que había tenido Dinho en la fase clasificatoria ante el Real Potosí instalaban la chance de ver al crack en una buena versión. Al mismo tiempo, los constantes rumores sobre su cada vez más frecuente vida nocturna y las críticas de algunos hinchas del Flamengo instalaban en mi una gran duda: ¿Iba a ver a Ronaldinho o simplemente iba a tener que conformarme con lo que quedaba de él?
Basándome en lo visto anoche, lamentablemente la opción más adecuada resultó ser la segunda. Si bien es lógico y entendible que el desgaste de los años le haya ocasionado la perdida de la explosión que alguna vez supo hacerlo famoso, resultó raro ver al 10 del Fla desapareciendo del partido por tan largos ratos. Perjudicado por el planteo táctico de su equipo, durante la primera parte Ronaldinho se mostró impreciso, lejos de las jugadas y hasta por momentos poco comprometido con el desarrollo del juego.
Ya una vez en el complemento y luego de sufrir 45 minutos la eficiente y pegajosa marca de Matías Fritzler, el ex Barcelona salió del puesto de delantero y se recostó sobre la banda izquierda, donde con varios pincelazos de su inoxidable talento entregó lo mejor de la noche. Ya sin su clásica gambeta pero con una facilidad envidiable para armar juego a través de su pegada, comandó a un tibio Flamengo que encontró en sus destellos y en las incansables subidas de Leo Moura los argumentos para llevarse un empate a Brasil.
Dejando de lado lo afectivo, cuesta encontrarle fundamentos a su reciente incorporación a la selección nacional de su país. Si bien en su fútbol, donde se ve beneficiado por campos de juego más grandes y rivales menos exigentes a la hora de marcar y presionar, aún logra marcar la diferencia, resulta difícil imaginar que el último gran 10 verdeamarelho pueda volver a aportarle algo a su selección. Para demostrar lo contrario, tendrá siempre a su enorme talento como su mejor aliado. Ojalá lo logre.