Naturalmente, al igual que el asesinato o la estafa, el aborto se ha seguido cometiendo en todas partes y en todos los tiempos, pero nunca se le ocurrió a nadie dictar leyes permisivas de estas conductas bajo el estúpido argumento de que la gente seguía actuando así pese a estar prohibidas. Nunca hasta que en pleno siglo XX, y en algunos países tenidos por los más civilizados del planeta, una extraña mezcla de odio a la religión cristiana y de restos de Revolución Francesa, devolvió esta práctica salvaje al ámbito de lo permitido por la ley, aunque con el ropaje hipócrita de las apariencias médicas.
Naturalmente, al igual que el asesinato o la estafa, el aborto se ha seguido cometiendo en todas partes y en todos los tiempos, pero nunca se le ocurrió a nadie dictar leyes permisivas de estas conductas bajo el estúpido argumento de que la gente seguía actuando así pese a estar prohibidas. Nunca hasta que en pleno siglo XX, y en algunos países tenidos por los más civilizados del planeta, una extraña mezcla de odio a la religión cristiana y de restos de Revolución Francesa, devolvió esta práctica salvaje al ámbito de lo permitido por la ley, aunque con el ropaje hipócrita de las apariencias médicas.