Rosell

Publicado el 01 febrero 2014 por Alejandropumarino

El Sr. Rosell hizo del independentismo bandera de un club de fútbol, siguiendo la estela de su predecesor, que prefería el champagne francés al cava catalán, pese a todo, y terminó mezclando churras con merinas para acabar en la calle después del fichaje del astro brasileño. Cuando un jugador cuesta noventa millones de euros, qince mil millones de las antiguas pesetas, en un país cuya cifra de parados se aproxima a los seis millones y en el que los porcentajes de pobreza crecen de modo alarmante, es que la sociedad sufre algún timpo de infección, una suerte de germen que desnorta a sus conspicuos perdiendo la idea jovellanista de que solo consiste en aportar algo para el bien común. No me cabe duda alguna de cuales son las cualidades de Cristiano Ronaldo, Messi o Neymar, pero tolero mal la arrogancia de las estrellas deportivas, tan célebres como, las más de las veces, ignorantes en lo que se aparte del deporte rey. Parece ser que D. Sandro, D. Alejandro, o como quiera que se llame, hizo trampas con los números, con lo fácil que resulta sumar y restar, algo a lo que nos enseñaron en la más tierna infancia, y terminó por descubrirse el pastel; ya se sabe que con tantos ceros de por medio, hay una innegable tendencia a colocarlos en la derecha de la cuenta personal a guisa de comisiones y gastos de representación, que siempre queda bien. D. Florentino el blanco piensa más en vender camisetas que en lograr resultados, pero arenga a las masas con el pretexto de títulos deportivos, mientras factura en “merchandising”; el Sr. Rosell compra más caro de lo que dice y termina por colocar menos atuendos deportivos con la imagen de Neymar que el Real Madrid con pepe, a quien deberían haber expulsado del deporte en esta vieja Europa, más respetuosa con las personas que este evidente descendiente del mono. Al final todos terminamos detrás de la caja tonta, con el corazón encogido en un encuentro de máxima rivalidad, mientras el Sr. Pérez y su homólogo caalán cuentan los billetes. Decididamente, ellos son los más listos.