La Semana Santa, esa época del año repleta de deliciosas preparaciones dulces que a pesar del ayuno que marcan los días, nos hacen “pecar” repetidamente. En casa de mis padres siempre se han preparado las recetas de la temporada, de hecho aquí estamos entre pestiños, rosquillas y algún que otro atractivo gastronómico. Mi tía siempre venía cargada de rosquillas fritas cuando venía a vernos en cualquier puente que había. No recuerdo otras mejores que las que prepara ella, aunque éstas son fáciles y siempre quedan perfectas. El éxito rotundo de las rosquillas está en la fritura de la misma, que a pesar de las calorías que añade, las hace irresistibles.
Te cuento que esta última hornada de rosquillas fritas las preparé con mi hija de 8 años. Será lo que se proponga en la vida, porque ya con su tierna edad tiene dotes para cualquier cosa que se le ponga delante. Supongo que será también amor de madre. Pero desde el amasado, a la forma de las rosquillas, pasando por el rebozado en azúcar y hasta la preparación del atrezzo para las fotos. Una pequeña ayudante con mucha resolución. Su manita es la que aparece fotografiada como homenaje a la valiosa ayuda que me prestó para dejar constancia de esta receta en el blog.
¿Te atreves a prepararlas?
- 200 g de azúcar
- La cáscara de media naranja
- 50 ml de zumo de naranja o 50 ml de licor de anís
- 100 ml de aceite de girasol
- 2 huevos talla L
- 500 de harina de repostería
- 1 sobre de levadura
- 1 pizca de sal
- 1 cucharada de anís en grano (no hace falta si se usa licor de anís en vez de zumo de naranja)
Pulveriza el azúcar junto con la cáscara de la naranja. Ten cuidado al pelar la naranja y evita que se venga la parte blanca. Da mucho amargor a las rosquillas si se añade.
Tamiza la harina junto con la levadura y la sal.
Bate los dos huevos junto con el aceite y el zumo de naranja. Incorpora el azúcar aromatizado. Puedes hacerlo con una máquina amasadora o en un bol grande e ir amasando con las manos. No sale una masa enorme y, por lo tanto, se maneja muy bien. No queda una masa totalmente seca, más bien pegajosa.
A los huevos, el aceite, el zumo y el azúcar, añade poco a poco la harina y amasa hasta acabar con toda la harina. Añade una cuchara de anís en grano.
Mójate las manos con aceite y forma bolas del tamaño de una nuez. Suelen salir unas 25.
A las bolas hazles un agujero en medio y ve colocándolas sobre harina para evitar que se peguen.
Calienta aceite de oliva y fríelas con mucho amor. Tienen que adquirir un tono tostado. Suben de tamaño debido a la levadura. A mi me gusta hacerlas en una sartén pequeñas donde pueden flotar a sus anchas, de dos en dos.
Pon un cuenco pequeño con azúcar blanco. Reboza aún calientes para que se les pegue el azúcar.
Aguantan en un bote hermético hasta 4 días incluso hasta mejores que el primer día. Sinceramente nunca llegamos al día quinto… pero supongo que no habría problema de conservación.
Espero que las disfrutes y felices vacaciones de Semana Santa.
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