Tiene mucho mérito seguir subiéndose a un escenario después de más de 20 años de carrera profesional. La música ha cambiado y evolucionado, pero los clásicos siempre tiran. Roxette tuvo época dorada entre 1989 y 1994 y, como es habitual, quien tuvo retuvo.
La banda, un grupo de cincuentones, tampoco hacía presagiar nada bueno, pero en esta sociedad en la que parece que lo joven y bello es lo bueno y lo viejo se descarta sin miramientos, hay que echar una lanza por la veteranía y la profesionalidad de unos músicos que tocaron muy, pero que muy bien y, si lo que se trataba era de poner música sobre el escenario, cumplieron de sobra las expectativas de los más escépticos, entre ellos, yo. Hicieron que las canciones de los 80 y los 90 sonaran muy bien y no me sonaron a antiguas.
El momento friqui de la noche fue cuando el guitarrista entonó el himno del Barça y el público cantó el himno para, momentos después, salir la cantante vestida con la camiseta de este equipo de fútbol. Fue un guiño simpático, fueras culé o no.
Marie y Per se despidieron aplaudidos y coreados sus nombres por un público que los tiene y tendrá como la banda sonora de momentos importantes de sus vidas, allá en la adolescencia.