En la última década, la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa (RSE o RSC) se ha ido integrando en la gestión de un creciente número de empresas, que entienden que su contribución activa y voluntaria a la mejora social, económica y ambiental es un compromiso y además revierte en su situación competitiva y su valoración por el mercado. En muchos casos, el desarrollo de la política de RSE conlleva cambios organizacionales y de dirección o incluso en el desarrollo del producto o servicio, lo que nos conduce a plantearla como un posible motor de innovación.Un reciente estudio impulsado por Forética (Innovación Sostenible) vincula RSE e innovación como un tándem de la competitividad empresarial. Se trata de una tendencia respaldada desde las instituciones, como demuestra la creación de la Oficina de Innovación Social y Participación Cívica de la Casa Blanca o el Programa para el Cambio Social y la Innovación en la Comisión Europea para la Política de Cohesión 2014-2020.En el sector agroalimentario, la mayor oportunidad que puede existir para hacer converger RSE e innovación es la cadena de valor responsable. Ya hay empresas, como Unilever, Nestlé o Heineken que están apostando por esta tendencia. Un compromiso con el respeto al medio ambiente, con la alimentación responsable y sostenible o con la venta de productos saludables puede formar parte de la responsabilidad social de una empresa agroalimentaria y, en la mayoría de los casos, implica actividades de I+D+i para poder cumplir con estos propósitos. Además, el desarrollo de una cadena de valor responsable, en la que las grandes empresas agroalimentarias se comprometan con su territorio y proveedores locales, probablemente sea un acicate para el desarrollo de I+D+i por parte de esos proveedores. Las grandes empresas actuarían así como tractoras de la innovación en el resto del tejido productivo.Para conseguir resultados reales en la mejora de la competitividad, es fundamental integrar la innovación y RSE en la cultura corporativa y la estrategia global de la empresa. También es muy importante plantear un modelo de innovación abierta, tanto hacia el interior como el exterior de la empresa, e identificar e impulsar entre los empleados la iniciativa y capacidad de emprendimiento.Fuente: eleconomista.es
En la última década, la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa (RSE o RSC) se ha ido integrando en la gestión de un creciente número de empresas, que entienden que su contribución activa y voluntaria a la mejora social, económica y ambiental es un compromiso y además revierte en su situación competitiva y su valoración por el mercado. En muchos casos, el desarrollo de la política de RSE conlleva cambios organizacionales y de dirección o incluso en el desarrollo del producto o servicio, lo que nos conduce a plantearla como un posible motor de innovación.Un reciente estudio impulsado por Forética (Innovación Sostenible) vincula RSE e innovación como un tándem de la competitividad empresarial. Se trata de una tendencia respaldada desde las instituciones, como demuestra la creación de la Oficina de Innovación Social y Participación Cívica de la Casa Blanca o el Programa para el Cambio Social y la Innovación en la Comisión Europea para la Política de Cohesión 2014-2020.En el sector agroalimentario, la mayor oportunidad que puede existir para hacer converger RSE e innovación es la cadena de valor responsable. Ya hay empresas, como Unilever, Nestlé o Heineken que están apostando por esta tendencia. Un compromiso con el respeto al medio ambiente, con la alimentación responsable y sostenible o con la venta de productos saludables puede formar parte de la responsabilidad social de una empresa agroalimentaria y, en la mayoría de los casos, implica actividades de I+D+i para poder cumplir con estos propósitos. Además, el desarrollo de una cadena de valor responsable, en la que las grandes empresas agroalimentarias se comprometan con su territorio y proveedores locales, probablemente sea un acicate para el desarrollo de I+D+i por parte de esos proveedores. Las grandes empresas actuarían así como tractoras de la innovación en el resto del tejido productivo.Para conseguir resultados reales en la mejora de la competitividad, es fundamental integrar la innovación y RSE en la cultura corporativa y la estrategia global de la empresa. También es muy importante plantear un modelo de innovación abierta, tanto hacia el interior como el exterior de la empresa, e identificar e impulsar entre los empleados la iniciativa y capacidad de emprendimiento.Fuente: eleconomista.es