De ser cierta la documentación que publica El Mundo el sábado pasado, debería de provocar la automática dimisión del ministro del Interior, Sr. Rubalcaba, pillado en una flagrante mentira. Es sabido que el precio de faltar a la verdad en este gobierno, resulta extraordinariamente bajo, tal vez por que su primera figura lo hace de modo compulsivo con los españoles, al afirmar que no se negociaba con ETA; con los políticos, Carod se quedó compuesto y sin novia mientras Zapatero intrigaba con Mas en la oscuridad; y también en las relaciones internacionales, donde mezcló lo cursi –la tierra pertenece al viento- con lo humorístico, cuando afirmaba que sobrepasaríamos a Francia o Alemania en renta per capita.
En el Reino Unido, democracia sobradamente más consolidada que la española, pese a todos sus defectos, lo mismo que en Norteamérica, lo que no se permite en un servidor público, es la mentira. Clinton pudo terminar su mandato después de reconocer que había tenido una relación no sexual con la señorita Mónica, porque el presidente se conoce que desconocía tal connotación en las felaciones, pero Zapatero o Rubalcaba continúan en sus puestos como si tal cosa, después de que sus embustes se publicasen en periódicos de media Europa.
Rubalcaba es un político hábil e intrigante, pero sobre todo, profesional; solo así se explica que sobreviviese al gobierno de los GAL para seguir en primera línea y todavía aspirar a ser el sustituto de Zapatero. Cuando uno lee estas noticias en los medios, no puede dejar de pensar que haya sido víctima de un engaño o una intriga por parte de quienes, en su propia formación, no desean verlo al frente de unas generales. En tal caso, ofrece el ministro la misma expresión cuando traga hiel que en otros momentos políticos bastante más dulces, lo que dice bastante en favor del cántabro. en todo caso, la documentación obliga a investigar y sobre todo, a depurar. Tal vez fuésemos los primeros sorprendidos al ver cuáles eran las cabezas que rodaban.