Rubén Darío .- Recreaciones arqueológicas

Publicado el 19 junio 2018 por Biblioteca Virtual Hispanica @BVHispanica
Escrita en viejo dialecto eolio 
hallé esta página dentro un infolío 
y entre los libros de un monasterio 
del venerable San Agustín. 
Un fraile acaso puso el escolio 
que allí se encuentra; dómine serio 
de flacas manos y buen latín. 
Hay sus lagunas. 
... Cuando los toros 
de las campañas bajo los oros 
que vierte el hijo de Hiperión, 
pasan mugiendo, y en las eternas 
rocas salvajes de las cavernas 
esperezándose ruge el león; 
cuando en las vírgenes y verdes parras 
sus secas notas dan las cigarras, 
y en los panales de Himeto deja 
su rubia carga la leve abeja 
que en bocas rojas chupa la miel, 
junto a los mirtos, bajo los lauros, 
en grupo lírico van los centauros 
con la armonía de su tropel. 
Uno las patas rítmicas mueve, 
otro alza el cuello con gallardía 
como en hermoso bajorrelieve 
que a golpes mágicos Scopas haría; 
otro alza al aire las manos blancas 
mientras le dora las finas ancas 
con baño cálido la luz del sol; 
y otro, saltando piedras y troncos, 
va dando alegres sus gritos roncos 
como el ruido de un caracol. 
Silencio. Señas hace ligero 
el que en la tropa va delantero; 
porque a un recodo de la campaña 
llegan en donde Diana se baña. 
Se oye el ruido de claras linfas 
y la algazara que hacen las ninfas. 
Risa de plata que el aire riega 
hasta sus ávidos oídos llega; 
golpes en la onda, palabras locas, 
gritos joviales de frescas bocas, 
y los ladridos de la traílla 
que Diana tiene junto a la orilla 
del fresco río, donde está ella 
blanca y desnuda como una estrella. 
Tanta blancura, que al cisne injuria, 
abre los ojos de la lujuria: 
sobre las márgenes y rocas áridas 
vuela el enjambre de las cantáridas 
con su bruñido verde metálico, 
siempre propicias al culto fálico. 
Amplias caderas, pie fino y breve; 
las dos colinas de rosa y nieve... 
¡Cuadro soberbio de tentación! 
¡Ay del cuitado que a ver se atreve 
lo que fue espanto para Acteón! 
Cabellos rubios, mejillas tiernas, 
marmóreos cuellos, rosadas piernas, 
gracias ocultas del lindo coro, 
en el herido cristal sonoro; 
seno en que hiciérase sagrada copa; 
tal ve en silencio la ardiente tropa. 
¿Quién adelanta su firme busto? 
¿Quirón experto? ¿Folo robusto? 
Es el más joven y es el más bello; 
su piel es blanca, crespo el cabello, 
los cascos finos, y en la mirada 
brilla del sátiro la llamarada. 
En un instante, veloz y listo, 
a una tan bella como Kalisto, 
ninfa que al alta diosa acompaña, 
saca de la onda donde se baña: 
la grupa vuelve, raudo galopa; 
tal iba el toro raptor de Europa 
con el orgullo de su conquista. 
¿A do va Diana? Viva la vista, 
la planta alada, la cabellera 
mojada y suelta; terrible, fiera, 
corre del monte por la extensión; 
ladran sus perros enfurecidos; 
entre sus dedos humedecidos; 
lleva una flecha para el ladrón. 
Ya a los centauros a ver alcanza 
la cazadora; ya el dardo lanza, 
y un grito se oye de hondo dolor: 
la casta diva de la venganza 
mató al raptor... 
La tropa rápida se esparce huyendo, 
forman los cascos sonoro estruendo. 
Llegan las ninfas. Lloran. ¿Qué ven? 
En la carrera la cazadora 
con su saeta castigadora 
a la robada mató también.