Título original: Rubicon
Año: 2010
País: EEUU
Duración: 45′ x 13 episodios
Creador: Jason Horwitch
Producción: Leslie Jacobowitz & Kerry Orent
Fotografía: Jonathan Freeman
Intérpretes: James Badge Dale, Jessica Collins, Lauren Hodges, Dallas Roberts, Christopher Evan Welch, Arliss Howard, Peter Gerety, Miranda Richardson, Lili Taylor.
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Es la primera vez que hablamos de una serie, pero después de haber visto Rubicon creo que merece la pena hacer la excepción. Va a ser difícil no destriparla para quien no la haya visto. Las pistas que hay que dar para mencionar de lo que se debe hablar van a orientar mucho al personal. Bueno, bien mirado casi mejor, porque si alguna crítica se ha llevado ha sido por su arranque lento, quizá esto sirva para que quien se anime a su visionado no deserte al segundo capítulo y resista a la espera de un thriller político intenso e intrincado.
Los protagonistas de Rubicon son un grupo de analistas de inteligencia que trabajan para una agencia de los Estados Unidos. No estamos hablando de la CIA o el FBI, es un centro de estudios llamado API (American Policy Institute) que en realidad se dedica a componer puzzles de inteligencia a través de una ingente cantidad de piezas diseminadas de información, establecer teorías, evaluar posibilidades de riesgo, detectar amenazas, y trasladar los informes finales a los responsables decisores. No son agentes de campo, no van armados, son expertos en determinadas áreas; son historiadores, geógrafos, expertos financieros, traductores, sociólogos, psicólogos, politólogos, etc. Para quien esté familiarizado con el llamado “ciclo de inteligencia” esto le sonará, y para quien haya buceado un poco en la historia del 11-S y haya oido hablar de los fallos en la coordinación y colaboración de las distintas agencias al detectar e identificar las señales de amenaza previas a aquella fecha, lo de la existencia de centros más allá de CIA, FBI o las propias unidades militares de inteligencia, le resultará sencillo de entender, al igual que los “conflictos” que surgen entre nuestra API y otras instituciones de la Seguridad Nacional.
Bien, el caso es que la trama se presenta como muchas otras veces hemos visto en películas de espías: una muerte aparentemente accidental de un lado, un suicio por otro, pequeñas piececillas que no encajan que alguien va encontrando, historias diferentes que van encontrándose, y desde ahí un intrincado entramado que va subiendo y subiendo de nivel hasta alcanzar escalafones muy altos del poder, con los consiguientes riesgos para quienes meten la nariz en el pastel de otros. Todo ello enmarcado en el mundo post-11S con sus tramas internacionales de terrorismo yihadista y todo lo que implica. Y cuando digo todo, digo todo, hasta alcanzar el beneficio empresarial subyacente a todo conflicto (recuerden los polémicos contratos de reconstrucción de Iraq, por ejemplo).
Bien. Vamos a tratar de no desvelar mucho más. Hasta aquí solamente nos queda recomendar el aspecto lúdico del thriller político como uno de los mejores que se han podido ver en los últimos tiempos, además de lo seria que aparentemente resulta la serie en cuanto a su documentación al respecto del funcionamiento del trabajo del analista de inteligencia. Por desgracia uno no ha tenido oportunidad de meterse en una de esas salas que imaginamos donde se cuecen estas cosas, pero en lo que respecta a la teoría previa, la serie se ha cuidado y mucho. Consulten cualquier manual o pequeño documento de trabajo, la web está llena de ellos, casi todos los principios básicos y fundamentales aparecen retratados de un modo u otro, en especial en esas intensas sesiones de brainstorming.
Ahora demos un paso más hacia lo que creo que son las fuentes inspiradoras del argumento de la serie. Circulan desde hace tiempo una serie de teorías conspiranoides sobre lo que realmente aconteció en el 11S. Algunas de ellas se han reflejado en libros y otras en documentales, muchos de ellos de difusión a través de la red. Unas tan sólo levantan sospechas y señalan cosas que no cuadran, otras señalan con el dedo. Una de las más jugosas, y probablemente más sólidas, aunque no demostradas, es la que señala que los atentados de aquella infausta fecha, si no fueron auto-atentados, al menos contaron con la connivencia de ciertas esferas, o que la “descoordinación” entre agencias para detectarlos estuvo de algún modo auspiciada para que se produjeran y dar la cohartada perfecta a lo que vino después. La invasión de Irak, ese hecho que aún hoy sigue siendo incomprensible a tenor de las mentiras que se presentaron de modo oficial para llevarla a cabo, siempre ha tenido el trasfondo de ser un viejo objetivo de personajes como Dick Cheney, Donald Rumsfeld o Paul Wolfowitz, es decir, los halcones que rodeaban a Bush Jr., el pelele perfecto en esas manos. Como se demostró después, los lazos empresariales de estos personajes con las corporaciones que sacaron las mayores tajadas de la acción militar (véase Blackwater, Hallyburton, etc.), eran más que evidentes. Es en todo ello en lo que se asientan estas sospechas sobre el 11S, y este tipo de maniobras desde las cloacas del poder se respiran en Rubicon desde el principio.
Hace poco hemos tenido noticia de la no renovación de la serie. Toda una lástima. El argumento, parece que reforzado con datos, es el de su escasa audiencia, pero dado el tema que aborda, ya ha habido quien ha rumoreado con presiones políticas por ser una serie incómoda. Si esto es cierto no creo que lo sepamos alguna vez, pero vista la dictadura del share que tenemos impuesta, me temo que una vez más veremos como desaparece de nuestros ojos algo de auténtica calidad en función de los intereses comerciales. En cualquier caso esta primera temporada es perfectamente visible sin que queden demasiados interrogantes abiertos. Los hay, obviamente, para dar pie a continuaciones, pero el cuadro general queda bastante claro. ¿Puede que en el fondo haya sido mejor así para no acabar como otras series de éxito que se enredan hasta el infinito para estropear completamente la trama? Otra pregunta que quedará sin respuesta. En cualquier caso vean Rubicon, los amantes del cine político y los thrillers de espionaje van a quedar muy satisfechos.