Rubielos de Mora se adelanta a nuestros pasos. Ante nuestra mirada atónita, despliega un lienzo decorado con piedra, madera y hierro en un rincón de la sierra de Gúdar. Resultó ser una experiencia casi idílica pasear en dirección hacia el horno escuchando, solamente, mis pisadas rompiendo el silencio. Jugueteando detrás y por encima de mí, el humo de las numerosas chimeneas encendidas que proporcionaban una calidez al hogar que podía intuir detrás de cada muro.
Intentamos no romper el silencio que aquí se escucha andando con nuestra alma ávida por captar cualquier detalle que pueda escaparse a una simple mirada.Rubielos de Mora es de esos pueblos que invitan ya, desde su exterior amurallado, a que entres y los recorras tranquilamente y sin rumbo fijo.
Unas montañas alejadas donde existen barrancos angostos, verdes y frescos prados, bosques de pinos. Pero también podremos ver esos típicos bancales que fueron antaño muy trabajados por los campesinos para intentar que esta tierra fuera fructífera. Pequeños pueblos nos van recibiendo colgados de las laderas de Gúdar. Por algunos de ellos discurren sin dar tregua los dos ríos que nacen en sus altas cumbres, Mijares y Alfambra, proporcionando numerosas fuentes y manantiales que riegan los campos de cultivo ribereños.La sierra de Gúdar es así, una extensión pintoresca y única cerca del Mediterráneo, frontera entre el Maestrazgo de Castellón y la sierra turolense de Javalambre. Redondeada y rocosa, sin aristas ni paisajes con cambios bruscos. Gúdar está llena de sorpresas. Aquí nos vamos a encontrar con el pico más alto de Teruel, Peñarroya (2.o28 m). En su cima, podemos pasear por el pueblo más alto de España, Valdelinares (1.639 m). Resulta curioso conocer que hace tan solo unas décadas descubrieron que la masa forestal de pino negro más meridional de Europa sobrevivía en estas altitudes. Y porque por estas tierras se han ido desenterrando fósiles de mamíferos e insectos anteriores a la existencia del ser humano.Bellezas naturales donde la vista cansada reposa y el alma inquieta se sosiega.
Y entre toda esta inmensidad natural nos encontramos con este pueblo de origen medieval, Rubielos de Mora (1.035 m).Aunque íberos y romanos la eligieron para asentarse en sus tierras, la historia de Rubielos de Mora comienza durante la Edad Media. Fue plaza de saqueos e incendios entre cristianos y musulmanes y el último pueblo que fue arrebatado a los árabes. Pero cuando llegó la paz, Rubielos de Mora ensanchó sus murallas para convertirse en una de las villas con más influencia económica y social de Teruel. Siglos después también fue elegida por aquel general carlista, el Tigre del Maestrazgo, para refugiarse en uno de sus palacios y dirigir sus operaciones.
Dicen que existe un pasado y un presente en Rubielos de Mora. Sus callejones tan estrechos nos dan pistas de un pasado medieval, renacentista y barroco que han sabido mantener y modernizar sus habitantes para convertirlo en uno de los pueblos con más encanto de la provincia de Teruel. Por eso fue declarado Conjunto Histórico- Artístico además de concederle el reconocimiento de Europa Nostra.
Si antes de entrar por una de sus dos puertas nos aventuramos un poco por alguno de los caminos que ascienden en las montañas que la acompañan podemos contemplar un pueblo muy ordenado, repleto de tejados rojizos y donde domina la cúpula y torre de Santa María la MayorCaminamos hacia una de las dos entradas que nos dan la bienvenida aunque la muralla, en aquellos siglos de esplendor, llegara a tener hasta siete entradas. Actualmente, solamente podemos acceder al interior por el Portal de San Antonio y el Carmen. Puertas con arcadas de medio punto, almenas, pasadizos abovedados y vigas de madera. Acogedoras entradas que nos revelan lo que vamos a encontrar más allá de estas piedras.
Si optamos por el Portal de San Antonio veremos una pequeña plaza con una fuente rompiendo este silencio tan acogedor y un edificio que nos va a llamar mucho la atención, no por su exterior, si no por lo que esconde detrás de esos muros. Se trata de la Casa ConsistorialResulta un lugar impactante cuando se visita por primera vez y más si llegamos de la ciudad. Porque detrás de ese cartel esperas algo moderno y sobrio. Pero no, al entrar la capacidad de sorpresa se dispara. Porque no te puedes imaginar que un patio interior tan bonito albergue el Ayuntamiento y la Oficina de Información y Turismo. Una fuentecilla, puertas, ventanas, quince columnas con arcos de medio punto y una escalera gótica forman este espacio que invita a descansar. Increíble pensar que aquí hubo mucha actividad económica y social al ser la lonja de la lana y los tejidos.
Historia y leyendas intactas en algún rincón de Rubielos de Mora, en algún callejón sin salida; en alguna balconada que mira hacia la sierra de Gúdar o de alguna ventana con reja de forja que impide las miradas curiosas.Quizás nos pongamos de puntillas para intentar descubrir que hay más allá de las ventanas de madera. Pero casi que no hará falta porque vamos a ver muchas puertas abiertas de casas particulares. Y no vamos a poder resistir a la tentación de no mirar, arquearnos y mostrar unos pasos inseguros que nos van a llevar a unos coquetos patios interiores. Acogedoras estancias para los que quieran sobrepasar ese límite. Porque los rubielanos cuidan y se enorgullecen de estas entradas iluminadas con luz natural o por algún farolillo rústico. Patios interiores que nos muestran la gran generosidad de sus habitantes. Pequeños espacios llenos de plantas, retratos y curiosos utensilios de otras generaciones.
Seguimos callejeando por Rubielos de Mora atentos a cualquier mínimo detalle que se pueda escapar a simple vista. Arcadas, aldabas labradas, grandes aleros mudéjares de madera tallada, pequeñas fuentes, elegantes palacios…Si nos encontramos con grandes casas blasonadas fue porque Rubielos de Mora destacó por su producción de lana, hilos y tejidos a comienzos del siglo XVII.
Alternándose a éstos, pequeñas casas de piedra que mantienen la armonía de este pueblo. Deberemos estar muy atentos a los detalles porque también existen símbolos…
Uno de los elementos decorativos que abundan en Rubielos de Mora son las aldabas forjadas que pueden adoptar numerosas formas típicas de estas tierras turolenses.
Seguimos callejeando hasta llegar a la iglesia de Santa María la Mayor. Un edificio que llama la atención por sus grandes dimensiones. Destaca su torre rectangular que pasa a ser de planta octogonal para alojar las campanas; la cúpula azul con teja vidriada y sus dos portales, uno de ellos con una gran reja forjada aragonesa.
Caminamos por estrechos callejones sin rumbo fijo. Cuando se abren para convertirse en plazas nos encontraremos otros palacios o los edificios que albergaron las antiguas escuelas de niños y niñas. Por supuesto, separados uno del otro.
Llegamos a callejuelas que nos permiten ver el río Mora y el puente que lleva a senderos por la montaña.