En noviembre decidimos subir hasta la cumbre del volcán Pichincha, el volcán característico visible desde casi cualquier punto de la ciudad de Quito. Hicimos la famosa subida en teleférico y comenzamos a caminar por uno de los senderos que te dirigen hacia la cumbre, conocida como "Rucu Pichincha", que quiere decir "Viejo Pichincha" en quichua.
El camino fue tranquilo, pasito a pasito fuimos avanzando hasta llegar al arenal, una zona algo más difícil para subir por la cantidad de arena volcánica que te hace retroceder un paso por cada tres. Tras superar esta parte, y ya con el grupo dividido entre los fitness y los que no lo somos, llegamos hasta la zona de las rocas. Aquí el cansancio ya podía con los que íbamos atrás, pero poco a poco fuimos subiendo hasta llegar a la cumbre a 4696 metros. Había multitudes de personas y subir hasta arriba se complicó un poco más por la cantidad de gente que sube y baja por el mismo sitio, lanzando rocas que se precipitan peligrosamente y pudiendo causar algún desastre en las cabezas de las personas.
Fue cansado pero lo logramos. Y una vez arriba un curiquingue nos esperó curioso y se dejó fotografiar. El clima nos respetó y pudimos comernos el merecido bocadillo de jamón en las rocas de la cumbre.