Hazle un retrato al horror que eres, enmárcalo en plata vieja y exponlo en un vertedero. La imagen del recadero no habrá encontrado un lugar más ajustado al recado.
Fotocopia tus miserias, centuplícalas, comprueba que mantienen su peor calidad. Si te gustas en ellas, añádeles tu hiel y lánzalas al aire. Por supuesto, lo viciarás. De no ser así, arrúgalas en pelotas infectas y arrójalas a una papelera.
Estampa mil carteles con tu mensaje torpe y vil, desperdicio de tinta que tatúe el muro y lo traspase.
Redacta tu despreciable visión de las cosas. Versiónala en infamias y publícala con tufos de verdad.
Será tu verdad. No dudes que tendrás a quienes la crean.