Moisés Cayetano Rosado
De ahí, un salto a Bucarest. A su bullicio. A su lujo natural y a la elegancia lumínica de sus monumentos en la noche, que ponen un broche de oro a un periplo inolvidable por un país merecedor de un mejor destino que el que hoy sus gentes tienen: difícil batallar por el empleo, por los recursos para sobrevivir, en medio del azote de la crisis que dura ya más de 25 años, tras el yugo de otros muchos más a cargo de unos vecinos o los otros, soviéticos al final, otomanos y húngaros antes, romanos más atrás..; tal vez bajo el dictado alemán en estos tiempos convulsos de dura lucha para sobrevivir.