Los medios europeos han puesto su interés en la comunidad gitana, en este momento en el que muchos de los gitanos franceses son deportados a su país de origen. En Rumanía enfrentan una vida difícil, pero aún en medio de la pobreza, hay organizaciones cristianas ayudándoles en sus necesidades y llevándoles el evangelio.
Oradea está cerca de la frontera entre Rumania y Hungría. Allí trabaja Kevin Hoy, de la Fundación Sonrisas, que describe la pobreza que enfrentan. «En un país en desarrollo, especialmente si pertenece a la Unión Europea, uno esperaría que todo avance de una u otra forma». La decepción en cuanto al desarrollo se aprecia, sobre todo, en las comunidades gitanas. «Al conocer un poco te das cuenta que las comunidades gitanas no han avanzado nada. Están exactamente donde estaban hace diez o veinte años», explicó.
En la aldea gitana de Salard, han pasado generaciones alejados del resto de la sociedad rumana. «Por la forma en que han sido criados ellos sólo atienden sus necesidades inmediatas, pero no son capaces de trazar su vida en perspectiva», señala Adi Matis, de la Fundación Sonrisas.
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