2018 es la fecha marcada. Es obligatorio realizar un gran mundial en casa. Devolver al fútbol ruso entre los grandes. Es un hito importantísimo. Se sabe ya las sedes que acogerán los partidos, y que llevarán el fútbol hasta la lejana Ekaterimbugo, ya en la parte asiática del país, a Kaliningrado, ese territorio que se mantuvo para conservar salida al Báltico. 12 ciudades que prometen una inversión y unas mejoras en las instalaciones para presentar unos estadios modernos.
Pero en lo deportivo comienza la preocupación. Hiddink tras su buen hacer en 2008, no consiguió clasificar a Rusia para el Mundial e hizo las maletas. Ahora, entrena por cierto, al Anzhi de la región de Daguestan. Le sucedió el también holandés Dick Advocaat, que había cuajado grandes años con el Zenit de San Petersburgo, pero el escaso bagaje en esta Eurocopa ha propiciado que se ponga fin a su etapa.
Rusia busca el candidato idóneo que prepare a la Selección y que pueda alcanzar el máximo potencial en 2018. Este temor ya se ha visto en otras ocasiones. Inglaterra se mostraba preocupado cuando el fútbol volvía a casa en 1996, Alemania no sabía de que sería capaz de conjuntar Klinsmann de cara a 2006, incluso algunas voces en Austria pedían que su Selección no compitiese en su Eurocopa de casa por miedo a hacer el ridículo... Ahora Rusia quiere engrosar esa lista de organizadores dignos. De poder plantar cara y alcanzar lo más lejos.
Para ello, tendrá que acertar en el plano deportivo. En primer lugar, acertando con la designación del próximo Seleccionador. De momento, la lista de nombres es con gente de alto prestigio. Desde Josep Guardiola, al que parece que no le quieren dejar ese año de descanso, a Fabio Capello, al que se vincula con infinidad de banquillos desde su salida de Inglaterra, a Roberto Mancini, que pese a obtener el título con el City su temporada no ha resultado plenamente convincente... La lista es amplia. Ni siquiera los perfiles son parecidos. Pero el caso es que Rusia está dispuesto a invertir todo lo necesario para volver a convertirse en una potencia futbolistica.