Rusia, día 16: nada puede ser peor

Publicado el 30 junio 2018 por Javier Montenegro Naranjo @nobodyhaveit

A Sampaoli no le pareció que Francia fuese muy peligrosa, o eso deducimos por su decisión de no abrir con ningún delantero. “Messi basta”. Y Messi no basta. Argentina, la pundonorosa, y pundonorosa, se despide del mundial. El telón ha caído para la generación de los grandes goleadores. La culpa es de Dios, que es argentino, y le gusta sacrificar a sus hijos. Sufrir para llegar al Paraíso. ¿Qué es el Paraíso? Pregúntenle a Dios.

Francia no había demostrado nada, pero diez minutos fueron suficientes para destrozar a la peor defensa argentina que uno recuerde en años. Giroud tiene treinta y un años, y corre más que cada uno de los centrales de la albiceleste y laterales de la albiceleste. Eso lo dice todo. De nada sirvieron el gol de Di María, impulsado por un viento mágico para alejarlo de las manos de Lloris, ni la fortuna de Mercado para enviar al fondo de las redes un balón sin peligro. Argentina ganaba dos a uno, y lo único que lograron con esto fue liberar a la bestia, el monstruo que todos sabían que vivía dentro de Francia pero nadie había visto. Fue el final del sueño. No sé ustedes, pero yo recordé a Sabella, capaz de convertir a los defensores más mediocres en un cerrojo invulnerable. ¿Por qué te fuiste Sabella?

El resto fue el quiero y no puedo al que en poco tiempo esta Argentina nos ha acostumbrado. Messi no existía y Argentina no tenía delanteros. Entró Agüero, y en el último cambio, en lugar de incorporar a Higuaín o Dybala, sustitución de extremo por extremo. Argentina no había hecho un cambio tan malo en mundiales desde que Pekerman sacó a Riquelme por Esteban Cambiasso. Y como siempre, lo más doloroso, son los no goles. De alguna forma, la albiceleste se las arregló para descontar en el descuento (perdonen la redundancia, nunca es válida), y en la última del partido la tuvieron. Tres argentinos y un esférico. Era el empate. La prolongación de la desgracia. La negación de la realidad. El sueño de un hombre. Por encima del larguero. Final. El fútbol es bello. Incluso si no ganan ni los alemanes ni los mejores.

Cristiano Ronaldo también está en esa lista de mejores que no ganan. Mundiales al menos. Cavani se encargó de apear a los lusos con dos joyas. El primero de banda a banda, Edinson – Luis, Luis – Edinson. Cavani emula a Batistuta y con el rostro la envía al fondo de las redes. Le duele. No le importa y celebra. Es inentendible, pero en el fútbol, cuando se marca gol, el dolor desaparece.

El segundo fue sencillo. Un pase, cruzas el balón al palo lejano, el portero se estira como Reed Richards pero no llega, y cantas el de la ventaja. Pepe había empatado de testa, pero eso es intrascendente. Todo lo que haga el equipo perdedor es intrascendente, excepto para ellos y sus hinchas. Uruguay ganaba. Uruguay a cuartos de final. Uruguay – Francia. Adiós Messi. Adiós Cristiano. Si existe un Dios del fútbol, él sabrá lo que hace. Si no, sonrían; sin alemanes, sin Messi y sin Cristiano, nada puede ser peor.

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