La versión de la virtuosa georgiana del Concierto para piano y orquesta nº 1 en si bemol menor, op. 23 resultó buena aunque algo dura en varios sentidos. Por un lado su técnica se mantiene con el paso de los años pero también ese estilo de fuerza y vigor desde el rigor, potencia de pulsación, valentía en afrontar los movimientos con unos tempi que impiden degustar momentos que requerirían más intimismo traducido en una gama de pianísimos algo mayor. Con todo sigue ejerciendo su magisterio en estas obras que ha bebido desde la fuente original de esa tradición rusa de la que es uno de los últimos modelos. El Allegro non troppo e molto maestoso marcó su ideario a la orquesta ovetense en todos los aspectos musicales, yendo a remolque en muchas ocasiones con todo el esfuerzo del titular en concertar correctamente, demostrando solvencia y oficia. El Andantino semplice pecó de lo apuntado anteriormente, algo más de lirismo puede que así entendido desde el sur europeo aunque ella optase por ese carácter atormentado que nos han confiado intérpretes como ella no sólo en Tchaikovsky. Todo el juego y fuego del Allegro con fuoco apareció en este último movimiento, escuchándose unos a otros y ciñéndose al mandato de la solista, imponiendo más que dialogando, en un enorme esfuerzo orquestal y directorial que logró siempre finalizar cada movimiento perfecto, como si sólo se tratase de ello. Con todo la versión de Virsaladze resultó plenamente rusa.
Organizada en cinco movimientos, encadenados los tres últimos, permite a la orquesta rendir en todas sus secciones y disfrutar de intervenciones solistas realmente agradecidas, con especial mención al fagot solista de la OvFi sin olvidarme del concertino. Conjugando elementos de distinta procedencia e intención, sin entrar en las connotaciones políticas que supuso esta obra, por otra parte excelentemente comentada por María Encina Cortizo en las notas al programa, la OvFi sonó compacta, brillante, con calidad en cada intervención solista, vigor desde el podio que Conti contagia, frescura y contención para una sinfonía "inesperada", corta de duración pero con muchos guiños musicales que el director florentino supo sacar a flote. El día 17 volveremos con un concierto ineludible de Elgar con la cellista del momento, la neoyorkina Alisa Weikerstein dentro de "Los Conciertos del Auditorio", pero aún me queda mucha música hasta entonces.