La ciencia-ficción era un género consolidado en la Rusia del siglo XIX. Los cuentos de Thaddeus Bulgarin (1789-1859) narran viajes en el tiempo (Fábulas plausibles o vagabundeos por el mundo del siglo XXI, 1824) o bajo la corteza terrestre en busca de vida (Fábulas increíbles o viaje al centro de la Tierra, 1825). Alexander Veltman (1800-1870) se especializó en viajes en el tiempo, como la distópica Año MMMCDXLVIII. Un manuscrito de Martyn Zadeka (1833), cuyo protagonista viaja desde la Edad Media hasta el siglo XXXV, o Los antepasados de Calimero: Alejandro, hijo de Filipo de Macedonia (1836), donde un trasunto de Napoleón viaja a la antigua Grecia. Mikhail Mikhailov (1829-1865) fue un paso más allá en la póstuma Más allá de la historia (1869), donde plantea el origen del hombre antes que Darwin.
Sin embargo, según Nelikhov [1], los dinosaurios no gozaron del éxito que tuvieron en Occidente hasta el estreno de Jurassic Park. Dejo al lector la tarea de juzgar dicha afirmación tras leer esta nueva serie. En cualquier caso, fueron las investigaciones del propio Nelikhov las que nos sirvieron de base para contarte aquíque ya en publicaciones de la Rusia prerrevolucionaria como Bufón, Nuestro tiempo o Fragmentos eran frecuentes las caricaturas de temática paleontológica. Las estrellas del momento eran los ictiosaurios, mencionados en el relato Las hijas de Caín (1908, Nikolai Gumilyov) y algunos versos de Himno al científico (1915, Vladímir Mayakovski) [2].
Especialista en relatos de “historia alternativa”, Mikhaíl Pervukhin (1870-1928) publicó en 1911 en la revista En tierra y en el mar los relatos La muerte verde y La bestia del abismo. El primero narra las vicisitudes de una expedición para rescatar la carga de un vapor hundido frente a las Islas Salomón y el segundo otra al lago Lunga en busca del tesoro del rey africano Vai-Guti. Ambas se encontrarán con enormes saurios marinos que son descritos como plesiosaurios: en el primer caso se habla de serpientes marinas de enorme torso y, en el segundo, se dice que tiene la cabeza de un cocodrilo, el cuello de una serpiente pitón y el cuerpo de un hipopótamo. El mismo año, Pervukhin publicó la novela La cuna de la humanidad, donde no encontramos dinosaurios pero sí mamuts.
Plutonia no será el único mundo perdido que nos regaló Obruchev, también autor de Tierra de Sannikov [4] (1924), sobre una isla volcánica en la que han sobrevivido hasta nuestros días hombres y fauna primitiva (osos de las cavernas, rinocerontes lanudos, mamuts…). Lamentablemente, en esta ocasión se olvidó de incluir dinosaurios en el reparto. Además, Obruchev publicó el relato breve Visión en el Gobi (1947, en La vuelta al mundo), sobre una expedición geológica al Valle de los Lagos de Mongolia, donde se excavaron fósiles del Mesozoico. Una tormenta de arena será precedida de una visión inusual...