Chalaneru, chalaneru,
¿qué lleves na to chalana?
Llevo roses y claveles
y el corazón d’una xana.
Chalaneru. Canción tradicional asturiana
La Xana es un personaje mitológico asturiano representado por mujeres jóvenes de largos cabellos que se encuentran en las zonas de agua y bosque y que esperan ser “desencantadas” por jóvenes valientes. Estos seres dan nombre a una ruta cerca de Oviedo que aunque formada por diferentes tramos y por tanto, paisajes, tiene muchos rincones bellos, naturales y mágicos que podrían ser escenario de leyenda. Solo haría falta un poco de imaginación; pues el encanto está asegurado.
La ruta de Las Xanas (Les Xanes, en asturiano) se presta a cualquier tipo de persona, pues además de estar cerca de la capital asturiana (13 kilómetros), es fácil y de unos 7 kilómetros si se hace completa. Es lineal, por lo que si elegimos esa opción hay que deshacer el tramo que se ha hecho inicialmente. Otra opción, que fue la que yo elegí, es continuar por la Ruta de Valdolayés, que suma dos kilómetros más al total, pero que al ser en su mayoría de bajada, apenas se notan.
Para comenzar, hay que dirigirse al área recreativa El Molín de las Xanas, en la población de Villanueva. El día que fuimos estaba bastante lleno, pero finalmente encontramos un hueco donde dejar el coche. Aunque el paisaje se aprecia montañoso desde el primer momento, la pendiente no es muy elevada. Vamos, poco a poco, bordeando las grandes montañas que forman el Desfiladero de Las Xanas.
En un segundo tramo, nos adentramos en una zona más boscosa, de árboles altos y frondosa vegetación, dejando al margen derecho un río que nos acompaña un buen rato con el ruido del caudal. Hay zonas donde se puede bajar por pendientes embarradas para observar de cerca esos rincones donde podrían aparecer las xanas. Aunque no llegan, pequeñas cataratas hacen el papel de la sorpresa y se prestan para la foto.
Al rato y tras dos fuertes pendientes que están habilitadas con peldaños de madera, pronto estaremos ya en una zona abierta donde el desfiladero de roca y el bosque dejan paso a montañas menos pronunciadas y verdes prados. No queda nada para llegar a la Ermita de San Antonio, ya en Pedroveya y final de una etapa de la ruta, donde además pararemos a comer. Sacamos nuestros bocatas y con un paisaje precioso por delante, comemos en plena naturaleza y con un día maravilloso. Sencillamente, impagable.
Y aquí viene (aunque supuestamente se recorren 5,5 kilómetros de vuelta) la parte más llevadera de todas. Toca bajar e incluso poner resistencia a tan fuerte pendiente. Las montañas vuelven a dejarme con la boca abierta y aunque aparecen unas nubes, el rayo de luz que aparece al fondo hace que sea precioso todo lo que vemos.
No queda mucho para acabar y volver al coche donde todo comenzó. Desde luego la ruta merece mucho la pena y si tienes suerte de un día con sol, agradecerás muy mucho poder disfrutarlo. ¡Suerte!