Ruta de la Ría de Villaviciosa

Por Asturiasparadisfrutar @paraisoasturias
La Ría de Villaviciosa es uno de los lugares más emblemáticos de la región, no sólo por su indudable belleza, sino también por su riqueza medioambiental.
Se trata de un valle fluvial con un elevado aporte de aguas marinas, característica que lo define y singulariza: anegamiento prácticamente total durante las pleamares, intensa sedimentación  y elevada salinidad del agua. Todo ello ha  configurado  un espacio de alto valor ecológico,  en el que destaca su vegetación halófila  (que tolera la salinidad de los suelos) y su riqueza ornitológica, pues es  zona de invernada y descanso migratorio de las poblaciones europeas de aves acuáticas.
De la  importancia medioambiental de la Ría de Villaviciosa son buena prueba las disposiciones adoptadas en los últimos años por diversos organismos, tanto nacionales como internacionales. Primero fue el Gobierno Regional, quien en el año 1995 declaró este espacio Reserva Natural Parcial, luego los Organismos Europeos  que lo declararon Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).
La ruta que aquí presentamos nos brinda una buena oportunidad para disfrutar de este privilegiado lugar: discurre por la margen derecha de la Ría, parte de Selorio, pasa por la ensenada de Misiego y termina en Punta Rodiles, desde donde podremos contemplar excelentes panorámicas de toda la zona.
Características
  • Tipo: lineal
  • Dificultad: ▲▲▲▲
  • Itinerario: Selorio-Misiego-playa de Rodiles- Punta Rodiles y regreso.
  • Señalización: buena
  • Sendero homologado: forma parte del G.R. E-9
  • Distancia: trece kilómetros
  • Duración: cuatro horas

Situación y distancias

Distancias por carretera a Villaviciosa, capital del concejo del mismo nombre
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Cómo llegar al punto de partida

El itinerario se inicia en Selorio, localidad que se encuentra a unos ocho kilómetros de la capital del concejo, donde habremos de tomar la carretera N-632 en dirección a Colunga y, después de recorrer unos seis kilómetros,  desviarnos a la izquierda en un cruce debidamente señalizado. Una vez llegados al pueblo nos dirigiremos hacia la iglesia parroquial, en cuyas inmediaciones podremos dejar nuestro vehículo (ver mapa).
El edificio  que ahora contemplamos, erigido bajo la advocación de Santa Eulalia, es obra del siglo XII, por más que las sucesivas reformas se hayan llevado por delante buena parte de la construcción original.
 
No obstante, bajo esa espadaña desnaturalizadora aún se conservan algunos elementos de la primitiva obra,  entre los que sobresale la  portada románica. Sus tres arcos de medio punto se apoyan sobre machones, el exterior, y cuatro columnas que terminan en  capiteles en cuya decoración se alternan los motivos vegetales y los animales.
Dejando a nuestras espaldas la iglesia de Santa Eulalia, y tras cruzar una carretera local, nos adentramos en las calles de Selorio. Bordeamos el palacio de los Balbín Valdés, casona solariega, construida previsiblemente en el siglo XVII, que cuenta con varias edificaciones auxiliares, entre las que destaca una ermita y un palomar, y abandonamos el pueblo por una carretera apenas transitada que en suave ascenso nos llevará a un alto desde el que podremos contemplar las primeras panorámicas de la Ría.
Estamos en Misiego y descendemos hacia la ensenada. La imagen que ahora vemos cambiará poco a poco y  será muy diferente cuando, a la vuelta, se tiña por completo de mar.

La playa de Misiego es singular, pues  ―tal y como nos explica un panel situado en las inmediaciones― no está abierta al mar y la vegetación  que la cubre en buena parte está constituida por plantas de marisma, que encuentran aquí uno de sus últimos reductos de la costa cantábrica.
Bordeamos el arenal y continuamos por un camino que nos llevara a una pasarela de madera, instalación que tiene como principal objetivo el de preservar las especies vegetales que aquí se encuentran.
Estamos cerca de la playa de Rodiles, a la cual accederemos por una nueva pasarela instalada sobre la escollera que canaliza la ría. Finalizado el entarimado, caminaremos al borde de la zona de dunas en dirección al Monte Rodiles que la cierra por su extremo oriental.

Al final de la playa, a la altura de un aparcamiento que allí se encuentra, avanzamos por una carretera que da acceso a una depuradora. No tenemos que llegar hasta el final, pues tras recorrer un corto tramo tomaremos un camino ascendente que se abre a nuestra izquierda. Zigzagueando entre eucaliptos vamos ganando altura. Por momentos la ascensión se hace un tanto exigente, pero pronto comprobaremos que el esfuerzo merece la pena: al final del sendero nos espera una magnífica atalaya desde donde podremos observar la ría en toda su plenitud.

Mires para donde mires, las vistas son espectaculares: el arenal de Rodiles con la zona de dunas y de arbolado; en la otra orilla, El Puntal y, más allá, junto al mar, Tazones... Cuando no haya más remedio que iniciar el camino de regreso, volveremos sobre nuestros pasos: el itinerario es el mismo, pero la marea ya se ha encargado de que las panorámicas sean diferentes.
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