Ruta de los miradores de Jávea

Por Ingelmo


Entre el Cabo de San Antonio, el Cabo de la Nao y el Parque Forestal de la Granadella, a lo largo de toda la costa de la población alicantina de Jávea, se encuentran repartidos quince observatorios del Mar Mediterráneo que componen la conocida como Ruta de los Miradores de Jávea.

La ruta comienza en las inmediaciones del Cabo de San Antonio, resultado de la prolongación oriental del macizo del Montgó hasta el mar. Desde mediados del siglo XIII fue elegido por los eremitas para llevar una vida dedicada al recogimiento y a la oración, teniendo como ejemplo la vida del patriarca San Antonio. Durante el siglo XVI hubo de levantarse en el lugar una torre de vigilancia, debido a la necesidad de proteger el litoral de las incursiones que, tan a menudo, realizaban los piratas berberiscos. Esta torre finalmente fue derruida en 1894 durante las obras del actual faro.



Muy cerca de allí, en el lugar conocido como la Plana, se hallan los restos de varios molinos de viento construidos entre los siglos XIV y XVIII para la molienda del trigo y otros cereales.
Más al sur, en el centro de la bahía de Jávea, se haya Punta del Arenal, donde aún hoy quedan varios vestigios del asentamiento romano que hubo en la zona a partir del siglo III a. C. Allí todavía pueden verse varios depósitos excavados en la roca, conocidos como "Los baños de la reina", en los que se depositaban las vísceras del pescado con abundante sal para que, tras su fermentación al sol, produjeran el apreciado "garum", una deliciosa salsa (dicen que afrodisíaca) que gustaban de consumir las capas altas de la sociedad romana.

Parte de estas ruinas se adentran en la finca conocida como San Rafael, propiedad de los herederos del ministro franquista  Mariano Navarro Rubio y que en la actualidad está tratando de adquirir el ayuntamiento de Jávea.



Cerca de allí, el litoral se vuelve áspero y rocoso. La fosilización de las dunas ha dado lugar a una roca conocida como "tosca" y que, ya en tiempos romanos, fue muy utilizada por su ductilidad para la elaboración de capiteles y otros elementos decorativos.



Excavado en la roca hayamos la "Sequia de la Noria", un gran canal que comunicaba el mar con unas antiguas salinas dedicadas a la producción de la sal necesaria para la obtención del mencionado "garum".



Hacia el sur la costa comienza a elevarse y se cierra formando el Cabo Prim, en las inmediaciones del Cabo de la Nao. Acantilados de hasta 150 metros coronados por bosques de pinos y lujosas mansiones son interrumpidos por barrancos que drenan la zona dando lugar a pequeñas calas de cantos rodados y aguas cristalinas, como la Cala del Francés y la Cala Sardinera.



Desde el mirador de L'Illa puede verse parte de la Bahía del Portitxol. La presencia de L'Illa y el pequeño islote que la acompaña cautivan la vista del visitante. Es imposible apartar la mirada del escenario que representa esta barcaza encallada de 300 m. de longitud y 75 m. de altura, situada a escasos metros de la costa y frente a la Cala de la Barraca, antiguo fondeadero natural que dio abrigo a fenicios, griegos y romanos. Los hallazgos subacuáticos de numerosas ánforas así lo atestiguan. Este tramo de costa es un lugar privilegiado para los amantes del buceo.



Un poco más adelante se encuentra el Cabo de la Nao, coronado por su faro. Este cabo es el punto de la península más cercano a las Islas Baleares. Al Cabo de la Nao y a Ibiza tan sólo les separan 90 kilómetros y hay quien dice que, en los días más claros, desde el Cabo puede verse la costa ibicenca. Lo cierto es que en este lugar todo recuerda al archipiélago balear: la geología, el relieve, la vegetación, el clima...



Tras sobrepasar el Cabo de la Nao encontramos las que son probablemente las mejores vistas de todo el recorrido. Sobre la cala nudista de Ambolo, podemos disfrutar del panorama que nos ofrece el Cabo de la Nao, la alargada playa de cantos blancos y la pequeña silueta de la isla de Ambolo, donde a mediados del siglo XVI se levantara una atalaya fortificada, hoy inexistente.



Llegando al final del recorrido encontramos el Morro del Castell, que conserva sobre sus rocas los restos de una fortaleza construida en 1739 para defender la Cala Granadella de las incursiones de piratas norteafricanos. Esta cala cristalina y amigable es la mejor culminación para un recorrido relajante por el litoral de Jávea, donde después de un chapuzón podemos aprovechar para reponer fuerzas con una paellita o unos bocadillos de calamares en la terraza del restaurante Sur.

Fuente: Paneles informativos en ruta.