Agosto siempre es un mes complicado para organizar las salidas en bici porque Madrid suele quedarse desierto y el calor no invita a salir a unas horas "normales". Estos dos factores se notaron más que nunca en el grupillo que tenemos para organizar nuestras quedadas ciclistas, así que sólo pudimos presentarnos tres a la ruta del pasado domingo. Fernando y Jorge se nos cayeron a última hora.
Fue una pena no haber podido reunir a más gente, pues la ruta que improvisó Goyo estuvo realmente entretenida. No fue de las más duras ni de las más largas, pero visitamos unos cuantos sítios singulares y con historia, de los que me gustan a mí.
Salida de Guadalix de la Sierra
Goyo tiene suerte de vivir en una zona tan bonita, que además es una localización inmejorable para practicar nuestro deporte. Poder disfrutar de la belleza de las montañas de la Sierra Norte de Madrid (parte del Sistema Central) sin meterte una kilometrada cada día no tiene precio.
Para Edu y para mí no era el caso, ya que para llegar hasta Guadalix de la Sierra nos tenemos que meter entre pecho y espalda unos 45 minutos de coche. Así, a las 7:45 ya estábamos en ruta para poder estar a las 8:30 en el Asador Junco, en Guadalix de la Sierra. Unos minutos para disfrazarnos por completo y a rodar...
Esta vez pusimos rumbo hacia Bustarviejo bordeando el Arroyo de Navacerrada, hasta llegar a una vieja conocida: una larga subida con una trialera muy técnica que sube hasta la vía del tren. Al final de la cuesta paramos un rato para disfrutar de las vistas, con el pueblo de Navalafuente a nuestros pies. Ya llevábamos seis kilómetros y habíamos subido unos 200 metros.
Continuamos nuestro recorrido ascendente sobre un antiguo túnel del ferrocarril, excavado en la roca, hasta llegar a uno de los puntos clave de nuestro recorrido nueve kilómetros después.
El destacamento penal de Bustarviejo
Llegamos a lo que antiguamente era conocido como Los Barracones: una construcción rehabilitada en medio de una bonita dehesa con una placa conmemorativa que te pone los pelos de punta al leerla.
El antiguo penal de Bustarviejo formaba parte de una red de destacamentos que el régimen franquista dispuso a lo largo del recorrido del ferrocarril Madrid - Burgos para que los presos republicanos trabajasen en su construcción mediante trabajos forzados.
Cuando las cárceles del régimen se llenaron de presos, se empezó a utilizar la fórmula del trabajo forzado para reducir las penas y reinsertar de esa manera a los presos en la sociedad (y vaciar las cárceles, claro). Un día de trabajo equivalía a tres de condena. Fue de esta manera como se construyeron muchas de las obras públicas más importantes del régimen.
Así, los presos del destacamento penal de Bustarviejo fueron los encargados de excavar el túnel sobre el que pasamos poco antes en nuestra ruta, junto a otro más. También contruyeron una de las obras más significativas de la zona: el viaducto del tren, con veintiséis metros de altura y once arcos.
Una de las cosas que más me llamó la atención de este destacamento es que los familiares de los presos podían residir cerca de la prisión. Tenían sus viviendas en las laderas de las colinas más cercanas, lo que beneficiaba a ambas partes: para los presos era la única forma de poder ver a su familia, pero al mismo tiempo suponía una carga si alguno pensaba en fugarse. Por eso se situaban las viviendas en las colinas, ya que era la forma de hacerlas visibles desde el patio y crear esa "conciencia".
El destacamento es actualmente un museo de la memoria. Podéis investigar más en su página de Facebook.
Seguimos la ruta y, aprovechando que pasábamos justo al lado de Bustarviejo, nos desviamos un poco para ver su la iglesia de la Purísima Concepción, el edificio más viejo de Bustarviejo y que data del siglo XIV.
Un poco más tarde reanudamos la marcha para encontrarnos poco después con otro punto de interés...
La fuente del collado y la mina de plata del Indiano
La fuente se encuentra situada en el kilómetro quince de nuestra ruta, justo en el punto más alto, en un parque recreativo. Es un punto de gran interés paisajístico, junto a un antiguo arenero recuperado en la actualidad como laguna y la mina de plata del Indiano, construida en el siglo XVII y declarada Bien de Interés Cultural en 1983.
Nosotros no subimos hasta la mina (había que subir un kilómetro más), pero por lo visto están rehabilitadas algunas partes y se pueden visitar. En su lugar, nos refrescamos abundantemente en las ricas aguas que salían por los cinco chorros de la fuente. Resulta increíble la cantidad de agua que brotaba a esa altitud y lo fresca que salía. Quizás por eso la gente estaba llenando botellas y botellas como si se fuese a acabar el mundo 😀
Ya hidratados, continuamos la marcha para afrontar la parte más difícil y divertida de la ruta.
Goyo = piedras
Los que me leéis habitualmente ya sabéis que la mera presencia de Goyo en la grupeta implica encontrar piedras de dimensiones considerables. La bajada hasta Miraflores fue un continuo pedregal que puso a prueba nuestra destreza bajando.
La única parte negativa es que una de las mil piedras que golpearon la bici me dañó un par de dientes del plato grande, por lo que se vuelve a cumplir la máxima de Conchi de que cada vez que salgo con la bici tengo que cambiarle algo 😀
Paramos cerca del camping El Valle, en La Encinilla, para hacernos unas fotos chulas y disfrutar del paisaje. Después continuamos bajando hacia Miraflores de la Sierra y Guadalix sin más complicaciones que las que daba mi eje trasero, que ya venía tocado de la ruta del finde pasado. Va a tocar revisarlo, pues parece que algún trinquete no anda fino del todo...
Una vez en Guadalix tocó jugar de nuevo al Tetris para meter las bicis en el Ibiza. Poco después estábamos planificando la próxima ruta detrás de una cerveza (menos Edu, claro) en el Asador Junco. A ver cómo nos tratan las vacaciones...
Como siempre, podéis ver todas las fotos que hicimos en el álbum de Facebook de la ruta.