Subiendo a la Fuenfría desde Valsaín
Preciosa ruta por tierras segovianas la que tuvimos ocasión de hacer seis “aspirantes a ciclistas”: Román, Jose Pablo, Goyo, Diego, Alberto y un servidor.
La idea surgió un día en la oficina cuando Diego y yo acordamos hacer una salida por algún sitio a medio camino entre Valladolid y Madrid. Segovia era el punto intermedio, así que buscamos rutas por la zona y la que más nos convenció fue la de Valsaín – Puerto de la Fuenfría, volviendo por el Carril del Gallo para darle algo de emoción con un poco de trail y que los más endureros no se aburriesen (con Goyo en mente
Aunque al final la cosa no salió como estaba previsto, lo pasamos muy bien en una experiencia digna de ser repetida.
Valsaín
El punto de partida de nuestra ruta. Valsaín es un pequeño pueblo situado en la provincia de Segovia, que pertenece al municipio vecino del Real Sitio de San Ildefonso.
Su inigualable ubicación en un valle repleto de pinares hizo que prosperase en su día gracias a la industria maderera. Así, en la década de los 60 hubo un aumento significativo de su población, cuando se planificó ubicar allí el Real Taller de Aserrío para atender las necesidades de Patrimonio (la proximidad de La Granja seguro que tuvo algo que ver).
Actualmente tiene una población de unos 200 habitantes.
Román con Valsaín al fondo
Nos reunimos en la plaza del pueblo y a eso de las 10:30, cuando todos estábamos listos, comenzamos a dar pedales hacia el que en ese momento era nuestro primer destino: el puerto de La Fuenfría.
Dejamos atrás las ruinas del Palacio de Valsaín por la carretera que sube hacia el cementerio, sufriendo desde el principio considerables pendientes de hasta el 15%. Enseguida llegamos a la Cruz de la Gallega, en la que se pueden observar restos de una antigua posición militar de la Guerra Civil.
Seguimos el recorrido y poco después de una bifurcación de caminos, en la que paramos para reagruparnos, nos encontramos con una antigua calzada romana cruzando nuestro camino. Esta calzada ahora forma parte del Camino de Santiago y también llega hasta la cima de La Fuenfría, aunque nosotros seguimos la ruta por la pista forestal.
Continuamos nuestra línea ascendente y más adelante pararemos a refrescarnos en uno de los paisajes más bonitos de toda la ruta: la Pradera de la Venta de la Fuenfría, con las ruinas de la Venta y unas vistas de la Sierra de Guadarrama dignas de mención. Llevamos unos diez kilómetros y medio y cuatrocientos cincuenta metros de ascensión, así que nadie pone pegas a perder un poco de tiempo en sacar algunas fotos y comer algo de la tableta de chocolate de Jose Pablo, una fija en todas las rutas. Para los amantes de la historia, aquí dejo un enlace que explica el origen de la Venta de la Fuenfría: Castellarnau.
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Muy poco más adelante está la Fuente de la Reina, famosa por tener las mejores aguas de toda la Sierra del Guadarrama. En la encrucijada de caminos que tenemos ante nosotros decidimos tirar por el camino del medio, que finalmente es el que asciende hasta la Fuenfría. Este camino es conocido como “Carretera de la República” o “Carretera Puricelli“.
Es uno de los caminos históricos de la Fuenfría, junto con las calzadas romana y borbónica y los caminos Viejo de Segovia y Schmid. Recibe su nombre por ser un proyecto de la II República inconcluso a causa de la Guerra Civil. Puricelli Española era la empresa constructora encargada de llevar las obras de la carretera que uniría Cercedilla y Valsaín, de ahí el sobrenombre de esta pista.
En el kilómetro doce llegamos hasta las ruinas de la Casa Eraso, también conocida como convento de Casarás. La Casa Eraso era una antigua venta real (en la que se alojaban los reyes cuando pasaban por la Fuenfría), aunque en este enlace podréis leer mucho mejor su historia: DeValsain.
Desde aquí, la pendiente es mucho menos empinada y hasta llegar a la cima podemos disfrutar de unas maravillosas vistas a la Bola del Mundo y a las pistas de esquí.
La Fuenfría
En el kilómetro 14,5 llegamos al alto de la Fuenfría, frontera natural entre la Comunidad de Madrid y la provincia de Segovia, Castilla y León.
Estamos a unos 1800 metros de altura, lo que significa que hemos subido unos 600 desde que salimos de Valsaín.
Desde la época romana hasta que se abrió el camino del puerto de Navacerrada (1788), este era el paso natural de la Sierra de Guadarrama. También lo era para la Corte Real en su camino hacia el Palacio de Valsaín y hacia el Palacio del Real Sitio de San Ildefonso (La Granja).
El paso fue creado por los antiguos romanos para comunicar ambas vertientes de la sierra, para lo cual construyeron la calzada romana que va desde Las Dehesas de Cercedilla, en el Valle de La Fuenfría (al sur), hasta este puerto y Segovia.
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Nuestra idea original era volver a bajar siguiendo el recorrido denominado “Carril del Gallo“, un sendero primo hermano del “Camino Schmid” que baja sin contemplaciones hasta los valles de Valsaín. El nombre parece ser que ha derivado del celta original: Kaillu significa piedra y la castellanización ha derivado en Gallo, haciendo referencia a las abundantes piedras que se encuentran en el camino.
Empezamos a descender por el Camino Schmid, pero a los 200 metros hubo que echar pie a tierra porque la ruta estaba impracticable. He hecho, Alberto y un servidor terminamos en el suelo a causa del hielo. Unos senderistas nos confirmaron que todo el camino estaba en ese estado, por lo que decidimos volver sobre nuestros pasos hasta Valsaín. Total, la parte más dura de la ruta ya estaba superada…
La vuelta fue bastante rápida. En las bajadas llegamos a alcanzar velocidades superiores a los 60 km/h. El único incidente: la rotura del soporte de la GoPro a causa de las vibraciones. ¡Menos mal que la vi caer!. Ahora toca pasar por Amazon a pillar otro.
El Tio Pepe de Valsaín
Y para el final de la ruta nada mejor que la manduca. Sin lugar a dudas, el descubrimiento de la temporada: el Mesón del Tio Pepe.
No es un restaurante “al uso”. Con esto quiero decir que no es el típico restaurante que esperas encontrarte en la zona, con su cordero lechal y sus asados típicos. Es un restaurante argentino con unos cincuenta tipos de empanadas argentinas.
Nosotros nos dejamos asesorar por Pablo, su dueño, que nos sirvió varias empanadillas de entrante y unos vacíos con patatas que estaban para morirse. Aunque lo que de verdad hizo saltar la banca fueron los postres: gigantescos y muy buenos. Nosotros abusamos del “alfajor especial“, que son láminas de bizcocho intercaladas con capas de dulce de leche y cubierto con chocolate y nata para parar un tren. Gracias a esto conseguimos volver a casa sin perder ni un gramo en la ruta
Lo de estar comiendo esos manjares al solecito en una terraza con vistas a las montañas nevadas es increíble, sobre todo un 10 de enero. Sin lugar a dudas repetiremos (ruta y restaurante, claro).
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