Revista Deportes

Ruta por el valle del Jerte y el valle del Ambroz (II)

Publicado el 12 octubre 2018 por Big Joe @BigJoeES

Domingo, ocho de la mañana. Toque de queda en "La otra Casa", nuestro alojamiento en Béjar. Juanma y yo estábamos listos antes de tiempo, así que decidimos bajar a la calle para investigar las opciones que había en el pueblo para desayunar.

Antes de salir de la casa nos encontramos con el dueño, que nos recomendó un sitio cercano que solía abrir pronto. Aunque quizás no tan pronto: al acercarnos hasta el lugar, el sitio estaba cerrado. Por lo menos nos llevamos la agradable noticia de ver que las temperaturas iban a ser similares a las del día anterior, así que nuestra etapa hasta Puerto Castilla parecía a salvo de la lluvia.

Después de patear un poco por el centro de Béjar en busca de algún bar para desayunar, volvimos al hostal a reunirnos con el resto de compañeros. Una vez todos listos, bajamos de nuevo a "patrullar" en busca de alguna solución, que al final resultó ser una tienda de ultramarinos que estaba abriendo en ese momento. Decidimos comprar unos cuantos sobres de embutido de la zona junto con unas hogazas de pan y volver al hostal, ya que no era posible encontrar un sitio en que sentarse a desayunar. El salón de nuestro hostal sirvió como improvisado comedor para el festín, antes de vestirnos de torero y sacar las bicis a la calle.

Ese día había una prueba ciclista en Béjar que tenía cortadas casi todas las calles. Como la salida se daba en el mismo parque de nuestro alojamiento, decidimos quedarnos y ver el espectáculo un rato mientras esperábamos a Diego. Galán finalmente no pudo salir, pues el pedalier que se estropeó el día anterior no tuvo solución posible. Le tocaba quedarse en Béjar, pero a cambio podría disfrutar del mundial de ciclismo en ruta, que se disputaba ese mismo día y que a la postre ganaría Alejandro Valverde. Tampoco era un mal plan...

Evitando la subida a Candelario

La salida de Béjar transcurrió sin sobresaltos, por una gran avenida que desembocó en un carril bici que nos llevaba hasta las afueras. Ahí fue dónde surgió la idea de evitar la subida al pueblo de Candelario, ya que nos hacía dar un pequeño rodeo y metía metros de ascenso innecesarios (aunque el pueblo era merecedor de una visita, por lo que he leído en varias páginas). Sobre el papel no era difícil empalmar con la carretera general que nos llevaba hasta el puerto de la Hoya, nuestro primer objetivo del día, pero la realidad es que nos perdimos unas cuantas veces y al final tuvimos que preguntar a un chico que andaba corriendo por la zona, más concretamente en el pequeño pueblo de Palomares.

El camino que nos recomendó resultó ser un poco complicado, teniendo que hacer un buen tramo a pie y empujando las bicis por un pedregal hasta que llegamos al Navacarros, un pequeño pueblo en el que disfrutamos de la fresca y abundante agua de su fuente. Todavía me pregunto cómo ninguno había acabado en el pilón de alguna de estas fuentes a estas alturas, por cierto. Una vez recuperamos la compostura, salimos al encuentro de la SA-100, que nos llevaba hasta el pueblo de La Hoya por un puerto bastante cómodo.

El puerto de La Hoya

Yo andaba un poco despistado con tanto camino y, como no llevaba la ruta guardada en el Polar V650, pensaba que ya habíamos llegado al puerto del Tremedal, el plato fuerte del día. Así que puse un ritmo cómodo, con la idea de pasar un rato largo sobre el sillín apretando los dientes como hicimos el día anterior. Me iba emocionando al ver cómo iba devorando la distancia, mucho más suelto que en el puerto de Honduras el día anterior, pero mi chasco fue mayúsculo cuando llegamos al pueblo de La Hoya y caí en que ese no era el puerto que yo creía y que los pocos kilómetros recorridos no se restarían del puerto del Tremedal 😀

El pueblo de La Hoya, a 1241 metros de altitud sobre el nivel del mar, es el municipio más alto de la provincia de Salamanca, aunque no está situado exactamente en lo más alto del puerto. Allí, a unos 1366 metros, está el desvío a la estación de esquí de La Covatilla. Cómo iríamos de asustados por lo que nos quedaba por delante, que ninguno hizo la coña de proponer subir hasta arriba...

Una vez reagrupados en lo más alto, empezamos una baja rapidísima (ya el la provincia de Ávila) hasta Becedas, el pueblo que marcaba el inicio de la penitencia.

El puerto del Tremedal

Becedas es un precioso pueblo a los pies del puerto del Tremedal, famoso por haber sido el sitio elegido por Miguel de Unamuno o Santa Teresa de Jesús para su descanso. También porque fue en la iglesia de Becedas dónde contrajeron matrimonio los Duques de Béjar.

Nos encontrábamos en el kilómetro dieciséis de nuestra ruta. Por delante nos esperaba la subida norte al puerto del Tremedal, de unos diez kilómetros, en la que pasaríamos de los 1180 metros de Becedas a los 1707 del puerto, con algún que otro tramo de 8.5º de pendiente. Por lo visto, la vertiente sur es mucho más dura. De hecho, fue incluida en la Vuelta a España de 2002. No en vano, este era terreno de entrenamiento para Lale Cubino y Roberto Heras.

Nada más empezar el ascenso nos dividimos en dos grupos para que todos subiesen cómodamente y forzando lo menos posible. El ritmo de inicio fue bastante más lento que el del día anterior, señal de que habíamos aprendido de los errores y que buscábamos ser algo más conservadores. El cansancio acumulado también ayudaba a dosificar. La multitud de zetas que nos fuimos encontrando en el ascenso eran compensadas con creces por las maravillosas vistas de la Sierra de Gredos, que a mi me resultaron más bonitas que las del día anterior, pues el puerto del Tremedal es más abierto que el de Honduras y se llega a dominar el horizonte.

El hecho de llevar un ritmo más lento se notó en las paradas, ya que hicimos bastantes menos que el día anterior en el puerto de Honduras. Y eso que el asfalto de la carretera no ayudaba mucho, pues era de ese rugoso que hacía que la bici se quedase pegada. A la última parada se nos sumaron algunas vacas que andaban pastando en libertad por las laderas. Algunos como Diego y Dani fueron haciendo la goma entre los dos grupos, dando conversación a todo el que la necesitaba 😀

Allá por el kilómetro veintiséis coronamos el puerto, llegando al paso canadiense después de unas dos horas y tres cuartos de pedaleo desde que ensillamos por la mañana, sin contar las paradas. Como siempre, las fotos de rigor junto al letrero con la altimetría, que hubo que repetir porque fuimos tan poco espabilados de taparlo mientras corría el temporizador. Ya nos vale.

La bajada hasta el pueblo del Tremedal fue preciosa, pues las hierbas que flanqueaban la carretera estaban bastante crecidas y hacían un efecto túnel que ampliaba la sensación de velocidad. Bueno, en realidad no eran hierbas, sino unos arbustos típicos de la zona llamados " escoba de sierra "Cuando llegamos a Tremedal aprovechamos para reponer agua, ya que la larga subida había pasado factura a las reservas de los bidones.

Continuamos la bajada hasta quedarnos a las puertas de la siguiente pedanía del Parque Regional de la Sierra de Gredos: Los Loros. El nombre no tiene nada que ver con las aves, sino con un tipo de cerezo, muy escaso en Europa, conocido como " cerezo laurel". Por aquí también empezamos a ver algunos castaños (dicen que de los más viejos de Castilla y León) y robles con buena planta. Mientras esperábamos para reagruparnos pudimos disfrutar de las vistas al embalse de Santa Lucía, que se encarga del abastecimiento a gran parte de los municipios de la parte este de la provincia de Cáceres, como a Trujillo.

La ruta continuaba haciendo una herradura, un giro de 180 grados. Quedaba una pequeña bajada hasta el pequeño repecho que nos dejaba en Mazalinos, último pueblo antes de llegar a Solana de Ávila.

Solana de Ávila

Solana es el municipio más grande de la zona, por lo que es el que concentra a casi todas las localidades: Solana de Ávila, La Zarza, Las Casas del Rey, Las Casas de la Sierra, Los Cerrudos, Los Narros, Los Mazalinos, El Tremedal, La Serranía y Santa Lucía de la Sierra. Este elevado número de aldeas se explica por el paisaje tan accidentado, que parte del río Aravalle y las cimas de la sierra de Béjar. Es por esto que los paisajes varían tanto en poco terreno, como estábamos viendo en primera persona desde nuestras bicis.

La trashumancia ganadera explica la arquitectura popular de todas estas aldeas que hemos ido cruzando hasta llegar a Solana de Ávila. Aldeas que quizás tuvieron su origen en antiguas majadas. Resulta impresionante descubrir muchos de los recursos que tiene la Sierra de Gredos y volver con la sensación de que nos dejamos mucho en el tintero.

Nosotros seguimos en busca de la carretera nacional, para lo que tuvimos que atravesar el penúltimo pueblo del día: Santiago de Aravalle. Poco después llegamos a la carretera, lo que significaba que el final estaba cerca.

Fin de la ruta en Campo Castilla

Llegar a la nacional hizo que Diego se viniese arriba y lanzase un sprint para echarse unas risas. Llevábamos unos treinta y nueve kilómetros. Quedaban dos más hasta Puerto Castilla, pero en ese momento no lo sabíamos, así que apreté un poco y salí a por él. En cuanto llegué a su rueda levantamos el pie y nos echamos unas risas. Jaime nos alcanzó enseguida, aunque el resto del grupo venía un poco más alejado, a su ritmo.

En cuanto entramos en el pueblo y cruzamos la meta imaginaria del cartel informativo, Jaime lanzó su ataque aguililla hasta los coches, que estaban aparcados unos metros más adelante. Allí nos juntamos todos, celebrando el final de dos jornadas de ciclismo espectaculares. Y es que no se puede pedir más: juntar este deporte que tanto nos gusta con una buena pande de amigos al lado y muchas risas.

Una vez desmontado todo el circo, Diego partió hacia Béjar. Alberto Galán le estaría esperando para volver a Valladolid. El resto nos dispusimos a saquear el bar del pueblo, pero nuestro chasco fue mayúsculo cuando vimos que estaba cerrado por vacaciones. Decidimos poner rumbo a Barco de Ávila, donde encontramos un burger (" el baryer ", como lo llama alguno) de esos de pueblo que calmó todos nuestros deseos (gastronómicos). Un broche más que digno para una aventura que permanecerá en nuestra memoria mucho tiempo.

Ya sabéis que el el álbum de Facebook tenéis a vuestra disposición todas las fotos de la ruta.


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