Correr por la naturaleza es disfrutar, hacerlo por esta ruta del parque natural gallego de las Fragas del Eume ha sido lo más divertido que he hecho desde que corro con uso de razón.
De nuevo vacaciones de Navidad en Ferrol, hay que aprovechar para correr y conocer nuevos sitios de esta tierra gallega.
La ruta la iniciamos en el Centro de Atención al Visitante del Parque Nacional, donde hay aparcamiento para el coche.
Llegamos hasta aquí desde Pontedeume, cogiendo la CP-6902, que está señalizada con carteles de madera que indican "Fragas do Eume". Pasamos Chao de Ombre y en 3 o 4 kilómetros ya estamos en las puertas de parque natural.
El camino que vamos a hacer sigue el trayecto del Rio Eume desde la entrada al Parque Natural hasta el monasterio de Caaveiro y después vuelta hasta punto de origen.
Circular por tanto, de unos 17 km. La ida en ascenso pero muy suave, salvo la última cuesta de unos 500 m. para llegar al monasterio. La vuelta en descenso.
Se puede correr por las dos vertientes del rio: la derecha es senda, la más bonita, complicada y divertida. La izquierda es pista asfaltada mucho más rápida y fácil, además prácticamente intransitada, al menos hoy día de Navidad.
Lo primero que me sorprende de este parque es lo distinto que es este entorno habitual por el que suelo correr cuando vengo a Galicia.
Venimos por la carretera desde Ferrol, entre montes poblados de eucaliptos. Llegamos a Pontedeume, donde desemboca el rio Eume, transformando su agua dulce en el agua salada de la ría de Ares y esa estampa costera de la bahía llena de barquitas. Subimos por la carreta hacia el parque, por la Galicia rural, hórreos,aldeanos labrando el campo.
Y de repente entramos en las Fraguas del Eume y, ni eucaliptos, ni barquitas, ni hórreos. Entras en un mundo rebosante de vegetación autóctona: robles, castaños, abedules, helechos,... encerrados en un valle sombrío que arropa al rio Eume en su viaje al mar.
El día está estupendo para correr, nublado pero con buena temperatura: 8 ó 9 grados y un frescor que invita a respirar hondo.
Desde el aparcamiento del centro de visitantes empezamos a correr por la misma carretera que vinimos en coche, de momento la única alternativa. El asfalto que hay sobre el suelo parece el único residuo humano que se ve a nuestro alrededor, el resto es naturaleza, arboleda por todas partes, helechos, musgo en los troncos, hojas secas por el suelo. El rio también corre, pero en dirección contraria.
La arboleda es espesa, apenas deja ver el cielo, hoy cubierto. Según la zona vamos encontrando diferentesespecies, hay zonas con más robles (carballo en galego), otras con más castaños y en la parte más pegada al rio abedules. Es conocida también este bosque por contar con más de 20 especies diferentes de helechos.
Poco antes del kilómetro 3 encontramos el primer puente colgante, el de Cal Grande, por el que cruzamos el río a la otra vertiente para seguir por la senda. Empezamos a pisar suelo de verdad y empieza lo más bonito y divertido...
Cuando cruzas el puente y empiezas a avanzar por la senda empieza el viaje por el tiempo. Te sientes integrado en la naturaleza. Podrías estar en cualquier época, no hay trazas humanas que te sitúen en una época concreta. Supongo que en otros meses más turísticos no será igual, pero hoy no había ni un alma!!
Poder correr por aquí es un regalo de la naturaleza, vas agudizando y disfrutando de todos los sentidos:
Las vistas son increíbles, idílicas. En este inverno tan suave, casi otoño, los colores se multiplican en cientos de tonalidades: ocres, verdes, grises, naranjas, marrones,... hojas, frutos, musgo, agua, roca, ...
Los sonidos no se quedan atrás, se escucha la naturaleza. En esta época no hay trinar de pájaros, pero sonidos no faltan. Hay zonas donde el río se hace oír, y fuerte, baja con vigor, llamando la atención, buscando el protagonismo. Otras sin embargo son zonas de auténtica paz, donde solo se oye la calma.
Olores también encontramos, curiosamente y estando en Galicia, aquí no huele a eucalipto. Sin embargo huele bien, no se identificar los olores, no es un don que me caracterice, pero huele muy bien, a naturaleza, a frescura, a campo, a bosque, a montaña.
Si hablamos de sentidos, el del tacto no se queda atrás. Las sensaciones entran por la piel de todo el cuerpo, la temperatura, la humedad,... pero por donde más: los pies. Correr por este manto de hojas es como correr por una alfombra, una delicia.
Si además corres en sandalias, la integración y las sensaciones se multiplican.
A los no familiarizados con el minimalismo, esto de correr con sandalias por el campo les puede parecer una temeridad, a mí me lo hubiera parecido hace un tiempo, pero nada más lejos de la realidad, una vez pasado el periodo de aprendizaje y adaptación del pie, ¡¡Esto es lo más!!.
La mayor parte de la senda es terreno suave, más ahora con el suelo cubierto de hojas. Correr por aquí es un cúmulo de sensaciones.
Normalmente íbamos a un ritmo suave, pero me encantaba también hacer algún sprint cuando tenía que alcanzar a mi mujer porque me había quedado atrás haciendo fotos (bastante a menudo, no lo podía evitar).
Era mi segunda salida con estas sandalias (Enix100) que compré por tener la suela algo más gorda (10 mm.) que las que uso habitualmente por asfalto (Enix050 con 5 mm. de suela). Cuando me llegaron y las vi, me parecía difícil poder correr con algo tan gordo (hace unos meses me hubiera parecido imposible correr con algo tan fino), pero la verdad es que se adaptan muy bien al pie y protegen perfectamente la planta de cualquier piedra o accidente del terreno. Me sorprendieron muy gratamente por la tranquilidad con la puedes correr sin preocuparte en exceso de donde pones el pie. Ahora lo tengo claro, para correr por el campo ya tengo lo único que necesito.
Lo del agua, merece capítulo aparte. Lo de pisar las zonas encharcadas, cruzar los regatos metiendo los pies en el agua con total normalidad, sin preocuparte por que las zapatillas y los calcetines se encharquen y lleves el pie mojado todo el camino, esto ¡¡No tiene paragón!!.
Cómo me divertí pisando y metiendo los pies en el agua y curiosamente (nunca antes lo había hecho) sin ninguna sensación de frio sino todo lo contrario, de placer. Todavía me viene la sonrisa a la boca cuando me acuerdo.
El último sentido, el del gusto, lo dejo para después, para la recuperación... ¡¡Estamos en Galicia!! ;)
Por este parque natural, además de flora, también hay fauna, pero claro, mucho más complicado de ver. Sí vimos a lo largo del camino indicios de que algún jabalí debía haber estado retozando en el barro por allí.
También una sorpresa, un enorme cormorán negro se posó en la rama de un árbol sobre el río.
Continuamos el camino, la mayor parte de él, alfombra de hojas secas, un remanso de paz inmerso en la naturaleza, también algún tramo complicado que requiere pasar andando y con cuidado. No es camino recomendable para hacer en bici.
Sobre el kilómetro 6 llegamos al segundo puente colgante, que nos da opción de continuar por la senda o seguir por la carretera, si la senda te parece demasiado fuerte, porque aún queda algún punto complicado o divertido, según cada uno, pero sobre todo quedan muchos puntos donde los colores y la naturaleza te inunda, mejor unas imágenes:
Poco antes del kilómetro 8, después de cruzar un puentecillo sobre el rio Sesin o Mazoca que vierte sus aguas al Eume, encontramos una bifurcación de caminos, a la izquierda siguiendo el curso del Sesín un cartel indica "monasterio de Caaveiro". Siguiendo rectos por el curso del Eume no indica nada.
Cogemos el camino del monasterio, que sabemos está justo encima, pero tras unos doscientos metros de una senda preciosa que sigue el Sesin, con constantes saltos de agua llegamos a un punto que hay cruzarlo, pero lleva bastante agua y por las piedras no es posible. La alternativa es pasarlo por encima de un troco caído de unos 5 ó 6 metros, sujetándose en otro. Mi mujer no está por la labor, así que nos damos la vuelta hacia la otra senda.
Siguiendo esta senda, el camino es más largo pero el destino es el mismo. En seguida llegamos a un nuevo puente donde empieza el camino empedrado de unos 500 metros que sube hasta el monasterio. Hemos llegado a destino.
Bueno, pues hemos hecho "cumbre", el camino sigue bastantes kilómetros por la orilla del Eume hasta un salto de agua, pero hoy no es el día de continuar, nos están esperando para la comida de Navidad y ya llegamos tarde!!.
Un momento de admiración de las vistas 360 o que se ve desde el monasterio. Una vueltecilla rápida por este monasterio del siglo X, aunque los restos más antiguos que se conservan son del siglo XII, con elementos románicos y barrocos bien conservados. Un trago de agua, unas fotillos y a volver.
Para volver, dado que llevamos algo de prisa, elegimos la carretera. Realmente es una pista forestal asfaltada, con un ligero desnivel negativo (bajada), o sea que la vuelta puede ser mucho más rápida que la subida y así es. Cogemos un ritmo de crucero bueno, sin paradas para fotos (alguna parada técnica), sin zonas complicadas que sortear solo pista de asfalto por la volar, así que nos ponemos en el punto de salida prácticamente en la mitad de tiempo que hemos tardado en subir.
Hoy, día de Navidad, me siento afortunado por, en vez de estar durmiendo o con resaca, haber tenido la posibilidad, la capacidad y la voluntad de correr, con mi mujer, por esta maravilla de sitio, sentirme parte de la naturaleza y haber disfrutado ¡¡Como un niño con sandalias nuevas!!. Desde que corro con uso de razón, no recuerdo haberme divertido tanto corriendo, pisando el agua, subiendo piedras,...
¡¡Felices fiestas a todos!!
Ay señor, jubílame pronto!!!
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