Octavo año consecutivo clasificado para la Champions League. Lo que antaño era singular se ha convertido en hábito. Si se analiza con perspectiva es probablemente la mejor situación como club de la historia del Atlético de Madrid en sus 117 años de vida.
Sin embargo, lo que sucede con semejante racha es que la exigencia es mayor cada año. Jugar en la primera división de Europa implica un aumento considerable de ingresos. Esto lleva a mejores plantillas (o al menos a mayor dispendio) lo que aumenta las expectativas de aficionados. Se trata de un bucle del que no se sale salvo que los resultados te impidan lo primero, entrar en Champions.
Por ello siendo una magnífica noticia para el club rojiblanco, es cierto que no se vislumbra como suficiente. Al Atlético se le pide más y será concretamente la mejor competición de clubes la que cambie el adjetivo de esta temporada de rutinaria a extraordinaria.
El sorteo del viernes fue benévolo con el Atleti, sobre todo viendo los nubarrones del otro lado del cuadro. Sin embargo, el formato a partido único hace de los pronósticos un ejercicio de funambulismo.
Tras unos escarceos en pasadas temporadas con una propuesta más verticalidad y asociativa, Simeone ha vuelto este año a la fórmula que mejores réditos le ha dado históricamente. El Atleti parte de una inferioridad asumida teniendo como prioridad el espacio, ya sea con o sin el marcador a favor, sobre cualquier otro elemento principal del juego. El Cholo ya no se tiene que justificar por renunciar a otras propuestas a priori más atractivas para el espectador. El equipo ha vuelto a su zona de confort, esa en la que hace de la paciencia su principal virtud para terminar sometiendo al rival.
Para ello, y para poder alcanzar el cetro europeo que la historia le debe, el Atlético necesitará la mejor versión de cada uno de sus jugadores pero sobre todo de Diego Costa. Él es el gol y la clave de todo pasará por generar situaciones donde todo dependa del acierto del hispano-brasileño. Obviamente, la velocidad de Carrasco y el desequilibrio de Joao Félix tendrán que estar en sus máximos para poder generar dichas ocasiones. Sin embargo, al final será una cuestión de Costa. Puede parecer una reducción casi simplista, pero es la realidad de este Atleti.
Un Atleti diferente al de los primeros años de Simeone pero abonado a lo que ya se ha convertido en una rutina extraordinaria.