Cartel de la marcha pacífica del 22M (tomalaplaza.net)
Por otro lado, sé que me espera la responsabilidad de trabajar por la restauración social de mi país. Como, por lo general, todos y cada uno de los ciudadanos, debo enfrentarme a ese muñeco diabólico que reside como gobierno en la capital, y a las temibles decisiones que toma, maniobra y ejecuta a lo largo del territorio estatal. Me resulta muy difícil, puesto que ponerme a trabajar en ello significaría abandonar la aparente 'normalidad' con que debo mantener mi rutina, intacta y alejada de toda realidad.Desde febrero del presente año, columnas de hombres y mujeres se dirigen hacia Madrid, bajo el nombre de "Marchas de la Dignidad", desde todos los extremos de la península para congregarse el sábado, 22 de Marzo en un manifiesto de carácter social, que englobe bajo una misma voz las diferentes realidades sociales que existen. Los diferentes sectores de damnificados por la crisis económica y las políticas de austeridad han dejado y dejan sus casa para marchar a reclamar bajo el mismo lema que se les devuelva lo que es suyo y se les quitó, sin mayor dilación. Sin duda alguna, una fuerte contrariedad entre la aparente y normal 'calma' de la vida rutinaria con el ejercicio libre de la reivindicación de una sociedad más justa.
Pienso en ti. Pienso en mí. Trabajadores, estudiantes, pequeños empresarios arraigados a una responsabilidades menores que pueden esperar. Pienso en los columnistas. Envidio el talante de su decisión. El hecho de que hayan sido capaces de apartar todo lo demás por tal de concentrarse en lo que verdaderamente importa y no puede esperar. Esas responsabilidades básicas y necesarias. Una ocasión que debería mostrar las dos únicas realidades del país: la de un sector de la población que no está dispuesto a renunciar a su 'normalidad', y la de otro sector que ya lo ha hecho.
Estoy confuso. Tengo miedo. Miedo a abandonar mi aparente 'normalidad' y mis responsabilidades. Miedo a apuñalar a la voz de la justicia en mi interior y abandonar mi responsabilidad. No sentiría mayor gozo que al escribiros a todos una crónica desde la Plaza del Sol el sábado 22, explicándoos que mis ojos están viendo, y mis oídos escuchando, a ese sector responsable de la población que, pacíficamente, se mantiene firme reclamando lo que justamente es suyo y merece. Perdonadme si no lo hago.
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