Sabemos administrar nuestro reloj productivo? ¿Existen técnicas para exprimir el tiempo?

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

El tiempo es el bien más valioso que tenemos. «Gestionar» el tiempo significa dominar nuestro propio tiempo y no dejar que nos domine.

Todos los verdaderos “triunfadores” tienen una cosa en común: En algún momento de su vida se han sentado a pensar a fondo sobre cómo emplear y aprovechar su personal binomio “capital-tiempo”.

Si quieres ser más productivo y no morir en el intento, no dediques más horas ni hagas más tareas de las que puedas asumir. ¡Ja! ¡Cómo si fuera tan fácil! -decimos todos la primera vez que escuchamos esto-.

El tiempo no se recupera. Pero sí que se puede ahorrar y emplear en lo que mayor beneficio nos puede aportar. Sólo hay que aplicar las técnicas adecuadas para poder exprimir el tiempo y mejorar así nuestro reloj productivo.

Pero, ¿es eso posible? Y sobre todo ¿cómo puedo hacerlo?

¿Realidad o Quimera?

En mi actividad profesional como Interim Manager analizo con frecuencia las necesidades que las compañías tienen en materia de aprendizaje. En nuestras conversaciones hablamos de la formación que les gustaría recibir o mejor dicho, de los puntos débiles que las plantillas. Curiosamente, y aunque lo expresen con distintos términos, una de sus principales carencias suele ser siempre la dificultad para priorizar, la escasa eficiencia, la excesiva duración de las reuniones, la poca delegación… En definitiva, existe un problema para la gestión del tiempo.

¿Y nos extrañamos? Pues no deberíamos, puesto que nadie nos ha enseñado. A diferencia de otras disciplinas sobre las que hemos recibido formación reglada desde la más tierna infancia, en la disciplina que maximiza o minimiza los resultados de las demás, en la mayoría de los casos, o hemos sido autodidactas o no le hemos dedicado nada de tiempo. Y eso, eso no nos favorece en absoluto, puesto que no estamos entrenados para mejorar nuestro rendimiento.

Desde hace unos años, ya empieza a sentirse el clamor de no “tener que trabajar más”, sino “trabajar mejor”. Mejorar la productividad y la eficiencia se comenta que es la asignatura pendiente del tejido empresarial español en estos momentos.

Pero ¿es eso posible? ¿O es que se trata de una quimera, de una moderna leyenda de “El Dorado” que todos perseguimos y que nos gustaría alcanzar?

Pues desde estas líneas podemos afirmar que puede hacerse, es más, que debe hacerse y que la clave está en planificar al detalle qué vas a hacer, cuándo y cómo.

Como casi para todo en esta vida hay un método, y éste método, con la actitud y el entrenamiento adecuado, nos permite aprovechar la oportunidad para salir de la rutina y superarnos a nosotros mismos aplicándolo no sólo en el ámbito profesional sino en cualquier otro ámbito de la vida.

El valor del tiempo

Benjamin Frankin Field dijo que “La línea divisoria que separa al éxito del fracaso, puede expresarse en tres palabras: No tuve tiempo“.

Y esta expresión es cierta cuando escuchamos con bastante frecuencia frases como:

  • Trabajo muchas horas porque son otros los que controlan mi tiempo
  • Termino el día con la sensación de no haber hecho casi nada de lo que quería hacer
  • Tengo la sensación de no poder abarcarlo todo, de ser un mero “apagafuegos”
  • Improviso sobre la marcha y me dejo llevar por el día a día
  • Todo lo anterior me deja poco tiempo para mi vida personal (familia, amigos, aficiones)

Porque no conozco a nadie que no desee mejorar su rendimiento, su productividad y sus resultados, que no quiera ser más competitivo. Alguien que no esté dispuesto a mejorar su calidad de vida o que no tenga inquietud y actitud de mejora…

Lo que suele ocurrir en la mayoría de los casos es que su tiempo, ese bien tan valioso, no suele estar invertido en aquellas tareas que nos acercan a los objetivos que perseguimos. En la mayoría de los casos somos permisivos e invertimos nuestro tiempo en realizar tareas de rentabilidad “menor”.

Esta metodología está dirigía a aquellas personas que están dispuestas a modificar sus hábitos poco productivos e implantar métodos eficaces de gestión del tiempo para conseguir un cambio en su vida. Dirigida a personas que quieren cambiar y hacer su propio camino, a personas que son capaces de pasar de la filosofía a la acción.

La actitud lo es todo

Paul J. Meyer comentó que “Saber cuál es la recompensa que va a recibir, le proporcionará la motivación necesaria para actuar en la consecución de su meta”

La mayoría de las personas no cambian porque carecen de alguna de las dos facetas claves para conseguir llevar a cabo cualquier proceso de cambio: actitud y entrenamiento. Dicho de otro modo, carecen de uno de los dos componentes de la motivación: O falta el motivo, o falta la acción.

Día a día, mes a mes, año tras año el tiempo pasa pero las personas siguen teniendo verdaderos problemas para gestionar las cosas que hacen en el transcurso del mismo.

Muchas personas son conscientes de su problema, pero no consiguen salir de su situación. Les falta la actitud firme, decidida, ese sentimiento en nuestro fuero interno que hace que veamos la recompensa como algo que nos pertenece y por lo que vamos a luchar “contra viento y marea”.

En caso contrario, si no estamos decididos y nuestra actitud es débil y complaciente, estaremos multiplicando todos nuestros esfuerzos por cero, y ante cualquier contratiempo, el resultado será lógicamente, cero.

Los condicionamientos mentales

Jorge Bucay escribió un fantástico cuento acerca de las cadenas que nos atan con el título de El elefante encadenado.

En este cuento, el escritor comenta como de niño se preguntaba por qué el enorme elefante no se escapaba del circo, tirando de la cadena y rompiendo la diminuta estaca. Tras mucho pensar, llegó a la conclusión de que este elefante enorme y poderoso, no escapa porque lo intentó de pequeño y ahora de mayor, todavía CREE QUE NO PUEDE.

“Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez… Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»…” escribía Bucay en su cuento.

Estos son nuestros condicionamientos mentales, y ellos son los que afectan a nuestra manera de pensar y de actuar. Condicionamientos que tenemos grabados en nuestro subconsciente como consecuencia de muchos años de experiencias con nuestros padres, con nuestros amigos, con nuestros colaboradores, con nuestro sector y con nuestra empresa. Esas experiencias nos han dejado un poso que forma parte de nuestras vidas y que en ocasiones, requiere de ser modificado por otra visión que no nos limite en el futuro.

Nuestra única manera de cambiar, es intentarlo de nuevo poniendo en el intento todo el corazón… aunque duela, ya que todo proceso de cambio conlleva una cierta dosis de incomodidad, de dolor…

Cuando oímos frases como: “…eso ya lo intentó la competencia…”, “…eso no se puede hacer…”, “…eso es imposible…”, “…eso no va a salir bien en mi sector…” deberíamos recordar a Thomas a. Edison cuando afirmó que “La gente que dice que no puede hacerse no debería jamás interrumpir a quienes lo están haciendo”