A mí me llegó por varios sitios. Me lo envió Ana María Pérez Guerrero y después Eduardo Galán. Accedí a su petición de que lo publicara. Porque debemos difundir las historias que nos enriquecen. Ahora que tantos spots buscan el recurso al humor zafio, a la sensualidad o al materialismo, reconforta descubrir un anuncio sencillo –pero sublime– como éste de la compañía tailandesa True Move: un “spot con valores” que está haciendo pensar a medio mundo.
El vídeo comienza de modo fuerte y violento: la cámara en movimiento y el montaje dinámico transmiten desasosiego y agitación. Un niño ha sido pillado in fraganti cuando robaba en un comercio. La dueña le arrincona y le grita, incluso le abofetea. Cuando el niño abre su mano, vemos lo que ha cogido: medicamentos. “Son para mi madre”, dice mientras baja la cabeza.
Es ahí cuando aparece el verdadero protagonista de la historia. El dueño de un bar ha visto todo y decide intervenir. Pide calma a la señora y pregunta al niño: “¿Tu madre está enferma?”. El niño asiente, compungido. Y el hombre muestra la grandeza de su corazón: paga las medicinas a la dependienta y se las entrega al niño junto a una sopa vegetariana para su madre…
Este arranque presagia un relato lleno de emociones. Porque pasan los años, y esa referencia a las medicinas –sembrada con acierto en el guión– se convierte en un leit motiv narrativo y temático muy hondo, algo que provoca un giro sorprendente y conmovedor. No voy a contar la historia. Quiero que la veas y la sientas personalmente, que saborees su delicadeza y su ternura. Hasta llegar al lema final: “Dar es la mejor comunicación”.
Sí, hacen falta anuncios con valores. Una publicidad que aporte optimismo y esperanza, que nos ilumine y enriquezca. Publicidad emocional, porque el ser humano necesita emociones y chispazos de luz interior; necesita sentir que en la vida hay algo más que triunfar o poseer. Por eso, al final, estas campañas emotivas son las que permanecen.