Saber detectar vinos con defecto

Por Enogourmet


Como Saber Detectar Vinos con Defecto
¿Cómo saber si un vino tiene defecto? Es una cuestión complicada. Para una persona que no sea experta, pero que beba habitualmente vino, si su intuición le dice que hay algo raro, lo más probable es que ese vino tenga defecto. Esperamos que, si esto ocurre, y detecta un defecto en un vino, no sea tras haber pagado una gran cantidad por uno de los mejores vinos que haya pensado probar. Es un lástima tener un defecto en un vino que se va a probar, pero es especialmente doloroso cuando se tienen muchas ganas de probar un vino concreto....
¿Qué hacer si piensa que su vino tiene un defecto? Nuestro consejo es siempre dejar pasar unos minutos y, una vez confirmada su primera impresión, no ser tímidos y decírselo al camarero o sumiller, de una forma natural, sin pretender dárselas de entendido. Es mejor intentar describir lo que cree que no funciona: no basta con decir que el vino no le gusta, tendrá que decir que el vino tiene algo raro, ya sea que huele a corcho, o que está muy ácido (tal vez le hayan corregido de forma artificial la acidez) o que huele a moho, a vinagre o un poco a podrido.
 Olor a corcho.
Es el defecto más conocido y nos recuerda al olor del moho, a humedad. Esto puede deberse a que el alcornoque del que proviene el corcho ya estuviera contaminado, y hubiera podido transferir ese defecto al vino al encorcharlo.
Vino picado o avinagrado. El vino huele a vinagre, tiene un sabor débil y…agrio. Esto lo provoca un exceso de ácido acético propio del vinagre.
Vino oxidado. Se produce en vinos que han estado expuestos al oxígeno durante mucho tiempo, porque quedaron mal cerrados o porque se guardaron de pie, lo que hace que el corcho se seque, se contraiga y permita una microoxigenación. Este defecto se observa mejor con la vista, pues el vino pierde su color, tiende a marrón y se vuelve mate. Y en nariz huele a vino quinado, ajerezado (aunque el Jerez se oxida a propósito). También se conocen como vinos maderizados, y hoy en día a veces se lo considera una virtud más que un defecto (por ejemplo el vino de Oporto o el Jerez).
Vino azufrado. Presenta un olor que se parece al de una cerilla al encenderse, y hace que el sabor sea seco y picante. Esto es consecuencia de una adición excesiva de dióxido de azufre en la etapa de fermentación, pero con la aireación de la copa o de la botella puede desaparecer.
Vino reducido. Es el que presenta un olor a huevos podridos, a ajo, o a vegetales en descomposición y aparece cuando el vino (sobre todo los de zonas cálidas), no se ha oxigenado con normalidad. También puede ser eliminado este olor mediante la oxigenación del vino.
Olor a cartón. Se produce por la excesiva utilización de los filtros donde se usan materiales celulósicos deficientes, y es un defecto que hoy en día es muy difícil de encontrar.
Olor a geranios. Aparece cuando se corrigen los vinos con agregado de ácido sórbico. Es más probable que aparezca en vinos de gran consumo, en blancos.
Anhídrido carbónico. Son los vinos que presentan un aspecto y olor gaseoso, porque pueda ser que haya empezado un proceso de prefermentación no deseado en la botella. Aunque hay que tener en cuenta que muchos vinos jóvenes blancos y rosados se embotellan con una leve pero perceptible dosis de anhídrido carbónico para darles frescura y vivacidad.
Olor a ratón. Cuando el vino tiene un aroma similar al orín de ratón, y su sabor es repugnante. Las culpables de esto son las acetamidas producidas por microorganismos.
Olor y gusto a tierra. Cuando el vino procede de uvas que estuvieron en contacto con el suelo o muy próximas a él. Huelen y saben como a tierra mojada, y la causante es un alga.
Gusto metálico. Se debe a que el mosto o vino estuvieron en contacto con algún elemento de hierro, zinc, cobre…, como tachos de cosecha, cangilones de cintas transportadoras, tanques de hierro mal revestidos…, y que el ácido del vino disuelve. Estos transmiten sabores amargos al vino, pero no hay que confundirlo con el amargor herbáceo propio de los taninos verdes.
A contuación hacemos repercusión du un artículo publicado en  www.turismodevino.com
No será usted la primera persona ni tampoco la última que, tras haber abierto una botella de vino haya pensado alguna vez que era defectuoso. Es sin embargo muy posible que no haya hecho nada al respecto, y que haya bebido el vino sin que éste le guste.
Casi nadie devuelve el vino en un restaurante o en una tienda. La razón es sencilla: una mezcla de timidez y falta de certeza. “Tal vez el vino sea así, como no soy experto….”
Una vez vimos una persona en un restaurante que devolvió un vino hasta tres veces. Escuchando a esa persona y al sumiller, se podía entender que el cliente en cuestión buscaba impresionar a sus compañeros de mesa…. Nuestro consejo: no busque elevar su autoestima de esta forma, resulta ridículo, además de absurdo. Esto no es óbice para pedir el consejo del camarero o sumiller cuando usted piense que su vino no está bien.
¿Cuáles son los defectos más normales o típicos en un vino? El primero de ellos es el olor a corcho. Cuando un vino huele a corcho, o que le recuerda al olor que tiene el cartón mojado. ¡Este defecto no se debe a que haya caído corcho en el vino! Sino que se debe a un moho que se adueña del corcho y que afecta a todo el vino. Si le sirven un vino con este defecto a corcho y usted cree que el vino está malo, le recomendamos que espere un poco. Mueva la copa del vino y el defecto del vino se hará más evidente, y lo será más aún pasados unos minutos. Si tiene alguna duda espere un poco antes de comentarlo al camarero. El defecto de corcho es uno de los más fáciles de aprender y detectar. Tras hacer un curso de cata de vinos de no mucha duración se suele ser capaz de identificar este peculiar olor.
 Se han hecho muchos esfuerzos en las bodegas por terminar con este defecto del vino, pero aún hoy hay entendidos que citan la estadística de una de cada quince botellas con este problema… pero como decimos, casi nadie se queja.
Otro defecto típico del vino es un sabor avinagrado. El olor a vinagre lo identifica prácticamente todo el mundo, y es fácil de detectar cuando un vino lo contiene… Es evidente que no puede ser tan obvio como en el vinagre que usamos a diario, pero sí lo suficiente para detectarse. ¡Si tiene dudas, pida un convoy y huela el vinagre!
Otro olor a defecto es el de manzanas podridas… Se trata de un defecto que aparece cuando el vino se oxida. Para aprender identificarlo, nada mejor que dejar una botella de la que quede un poco de vino abierta unos días. Eche el vino entonces y aprenderá a identificar este defecto del vino causado por la oxidación.
En más de una ocasión hemos tenido que devolver vinos que habían refermentado en la botella. Esto puede ocurrir si el productor ha parado la fermentación antes de tiempo y no ha estabilizado o protegido al vino de manera suficiente. El resultado es un vino que parece moverse en su boca, y con un sabor muy extraño.
En ocasiones hay vinos donde se observa un cierto poso. Esto no debe confundirse con un defecto, sino que es muy posible que sea incluso una virtud del vino: el productor no ha querido “limpiar” en exceso el vino para evitar que de esta forma se pudieran perder muchas de sus cualidades.
Siempre será mejor disfrutar de un vino en su casa o en un restaurante, que no quedarse con la impresión de que ha pagado una buena cantidad de dinero por un defecto. Cuando se cata vino en una visita a bodega, es más difícil detectar los defectos: el olor de la bodega es tan abrumador que enmascara muchos olores, y los defectos deben ser más evidentes que de costumbre para que se puedan detectar.
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