Llevamos años soportando –los de humanidades- la idea de tener que justificar, legitimar y reivindicar el conocimiento humanístico ante el aluvión de programas, intereses y recursos destinados hacia saberes prácticos relacionados con lo instrumental y tecnológico. Parece que –los de humanidades- tengamos que estar siempre en guardia frente a una razón instrumental que, desde su base, amenaza con invadir nuestro saber humanístico. Pero en esto nadie es propietario de nada. Ni las humanidades nacen para contrarrestar el cientifismo imperante ni las ciencias aplicadas desplazan a las humanidades. Ni las humanidades son apropiadas ni las ciencias expropian. La cosa, en esto, no va de propietarios ni expropiados. Más bien, son los artífices de estas ideologías instigadoras que van inoculándose en educación los que pretenden apropiarse del saber –humanístico y científico- para decidir qué es lo que conviene y no conviene conocer.