"Sabía leer el cielo", Timothy O´Grady. Prólogo de John Berger. Pepitas de calabaza.

Publicado el 28 septiembre 2016 por Libelulalibros
Una extraña polifonía, la negación del tiempo, la privación del individuo mediante el reconocimiento de un pueblo agobiado, que más que pueblo es familia. Una tierra yerma y fría. "Abro los ojos en Kentish Town. El ambiente sigue siendo neutro. Entra una luz gris, pero no tiene la fría y acerada apariencia del mar en invierno que veía desde la peña. Una silla junto a la cama. Pastillas. Una camisa de cuadritos azules, el cuello raído. Una botella de Guinness aquí y otra en la repisa de la ventana. El rosario de Maggie, de cuentas de cristal. El periódico irlandés. La caja negra con el acordeón. Un cuenco con una cucharada de sopa. Un armario hecho por personas que no conozco. La luz gris avanza por mis manos con manchas de la vejez. Oigo soñar al perro en la otra habitación. ¿Se puede sumar todo esto de alguna forma? Espero". Eso es Sabía leer el cielo, la magnífica e inclasificable obra de Timothy O´Grady que refleja una Irlanda inquietantemente humana, y digo inquietante porque se trata de una humanidad desprovista de afeites y que en cambio se expone con toda su contundencia, tal como hoy es casi imposible verla, la humanidad tal cual seguramente habrá sido una vez perdió todo rastro de divinidad.

Si no somos aquella suma desordenada de recuerdos entonces no somos casi nada. O´Grady tiene razón, el tiempo no existe, es mera suma, mera aglutinación. Las fotografías, todas –las de todos en todos los tiempos-, así lo atestiguan. Y la suma apenas reconoce lo que sabemos o no sabemos hacer. De nuevo aglutinaciones. Capa sobre capa. Quien haya sido: "Sabía remendar redes. Techar con paja. Construir escaleras. Tejer una cesta con juncos. Entablillar la pata de una vaca. Cortar turba. Levantar un muro. Pelear tres asaltos con Joe en el ring que papá instaló en el granero. Sabía bailar. Leer el cielo. Armar un tonel para caballas. Arreglar caminos… Recordar poemas. Sembrar patatas. Leer el viento. Criar abejas. Liar gavillas. Fabricar un ataúd. Aguantar la bebida…", pero no sabía: "... Dejar de recordar".

Cuando los recuerdos se escapen uno a uno como desmontando capas, nos iremos deshaciendo hasta perdernos por completo. Acabada la suma vendrá la resta que nos restituye a la nada, entonces "no habrá consuelo en el sueño o la bebida". Eso es lo que saben los hombres de O´Grady, eso y leer el cielo, he ahí su humanidad.

pfa
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