Primero, preste mucha atención a lo que come. Su cuerpo utilizará como combustible todo lo que le dé —ya sea bueno malo. La decisión en cuanto a qué clase de combustible consumirá es solamente suya. Cuando usted llena su cuerpo de cosas malas, está limitando su eficiencia, su energía y su potencial en general.
Segundo, el ejercicio es vital para tener un cuerpo saludable. Usted pudiera decir: “Bueno, yo no puedo hacer eso”. Sí, sí puede; es cuestión de disciplina. Puede ser que no le guste el ejercicio, pero su cuerpo lo necesita. Si lo único que puede hacer es caminar, ¡entonces camine!
Tercero, la prudencia en cuanto a la salud exige que usted examine su actitud. ¿Cuál es su perspectiva en cuanto a usted, a su vida y a las demás personas? Una actitud positiva afecta al cuerpo librándolo del estrés.
Por último, pasar tiempo en oración y el estudio de la Biblia repercute en el bienestar físico. Usted fue creado para relacionarse con Dios; por tanto, participar activamente en esta relación y reorientar su mente y su espíritu hacia Él, puede tener efectos beneficiosos en el cuerpo que Él creó para usted.
Muchas personas tratan de separar la vida espiritual de la física, pero este no fue el propósito de Dios. Si usted cree en realidad que su cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Co 6.19, 20), debe entonces darse cuenta de que dejar de ocuparse de la salud es un problema tanto físico como espiritual.
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