Sacar la basura

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Cerró el portón. Aquello sonó como si una losa sepulcral hubiera condenado a la oscuridad más absoluta al mundo entero. Aquella puerta podría tener como seis o siete metros de altura y, cuando se entornó, se produjo un eclipse tan potente que por un momento pensó que no volvería a ver nunca más la luz del sol.

Le daba cierto reparo andar solo por los pasillos, con aquellos ángeles inmensos y sus espadas. Pero también es verdad que en peores plazas había toreado, en sitios más tenebrosos incluso que aquel.

Oyó cómo alguien arrastraba unas sandalias y el mantear de un hábito por el corredor. "Ahí viene mi hombre", se dijo, y entornó los párpados a ver si podía divisar la cara del Benedictino. Cuando llegó, caminaron juntos hasta la cripta.

"Aquí es, vamos a ello", y sacó su material del maletín. Le tocaba preparar todo para cuando llegara el resto del equipo a separar la lápida y exhumar los restos. El cura, monje, hermano o lo que fuera se retiró un poco, y se puso a mirar el móvil. "Igual le está preguntando algo a Dios", se dijo para sí.

Se agachó y con el martillo y el cincel empezó a picar en la junta que unía la lápida de mármol al suelo, y con los golpes, acompasados y secos, iba recitando para sí "qué habré hecho yo en otra vida para que en esta me toque siempre sacar la basura".