SACRIFICAR O VIVIR
Hoy es el día en que debo demostrar si soy digno de suceder a mi padre.Todos están inmersos en la preparación de los festejos, algunos incluso se han acercado a desearme suerte en esta nueva etapa de mi vida. Yo soy el único que no comparte esa felicidad.
La daga con la que llevaré a cabo mi primer sacrificio reposa en mis manos, fría, brillante, ajena a su macabro propósito. La miro apesadumbrado. Sé que no seré capaz de hacerlo. ¿Cómo acabar con la vida de esos animales? Ellos han sido mis únicos amigos durante los meses que he pasado encerrado en este templo, mientras aprendía ritos y ceremonias sin sentido.Maldigo el día en que nací en una familia de sacerdotes. Maldigo a los dioses por concederme este destino cruel. Nunca he entendido que necesiten la sangre de animales, ni acabar con ninguna vida, como pago para obtener su favor. ¿Acaso no son todopoderosos? ¿Qué pueden necesitar de unos simples humanos que no puedan conseguir por sí mismos? Empiezo a perder la fe en seres que me parecen de lo más caprichosos.
Pienso en mis padres y en mis hermanos, en lo que esperan de mí y se me encoge el corazón. Sé lo que hay que hacer, me han educado para ello, pero no creo que sea lo correcto. Sin embargo, si no lo hago, el sacrificio será muy distinto y más doloroso. Seré desterrado, o peor, y acarrearé n gran deshonor y vergüenza a mi familia. Y ellos no están preparadas para vivir con ese lastre. Pero, ¿y qué será de mi? ¿cómo podré vivir yo con tal peso en mi conciencia?
Vuelvo a mirar la daga reluciente y, entonces, lo veo todo con claridad.
Soy demasiado cobarde para quitarle la vida a ningún ser vivo, pero no para empezar una nueva vida.
Con lágrimas en los ojos, dejo la daga sobre la cama. Cuando vengan a buscarme, ya no estaré.