Safari en Botswana, Cataratas Victoria

Por Atableconcarmen @atableconcarmen


 
Desde el primer momento en que comencé a planear mi Safari a Botswana, las Cataratas Victoria formaron parte de la ruta. Visitarlas era condición imprescindible para decidir, o no, realizar este “gran viaje”, que es lo que realmente quiere decir la palabra “safari”.
Agosto quizás no era la mejor época para contemplar en todo su esplendor el “Humo que truena”, como allí se las conocía inicialmente, ya que es cuando menos caudal de agua traen, pero, incluso así, son espectaculares.
Puede que esté algo influenciada por la lectura de libros de viajes, pero leyendo las aventuras del Doctor Livingstone ya me las imaginaba esplendorosas, magníficas, y mis expectativas no se vieron en ningún momento decepcionadas.       
     Más impresionantes, si cabe, le debieron resultar a Livingstone en aquel marzo del 1855, época de máximo caudal del río Zambeze. No en vano, dejó escrito que eran las más bellas vistas que había contemplado en su vida.
Las Cataratas Victoria se encuentran en la frontera de dos países, Zambia y Zimbawe. Aunque en ambos países los saltos de agua son espectaculares, en Zimbawe el caudal suele ser más intenso incluso en la época seca.             Nosotros llegamos a Livingstone a primera hora de la tarde. Después de volar de Madrid a Dubai y de Dubai a Lusaka con Fly Emirates, una de las mejores líneas aéreas que conozco, incluso volando en clase turista, tomamos un pequeño avión que nos llevó de Lusaka a Livingstone. Todavía no acabo de entender las ¿extrañas? o ¿amables? gestiones que en Lusaka alguien del aeropuerto nos ayudó a hacer. Nos acompañó desde el avión a la terminal, una vez allí nos indicó donde sacar nuestros visados y mientras permanecimos, casi una hora para poder obtenerlos, en una cola de no más de 10 personas, él se encargó de recoger nuestro equipaje y de gestionar nuestras tarjetas de embarque, que en el aeropuerto de Madrid no habían podido emitir. Luego, sin darnos cuenta y sin apenas poder agradecerle sus servicios, desapareció.
That’s Africa! Nos dijo alguien.
Una hora y media después de aterrizar en Lusaka volvíamos a embarcar en un diminuto avión en el que tuvimos que llevar nuestro equipaje de mano encima de nuestras rodillas, y no precisamente porque fuera voluminoso, nosotros apenas llevábamos la cámara, la documentación y poco más, pero no había espacio para dejarlo en otro lado.             A pesar de la estrechez, el vuelo fue de lo más agradable. Una simpática azafata nos sirvió un aperitivo y como, debido al tamaño, el avión no tomó demasiada altura, pudimos ir disfrutando del paisaje.             Pronto comenzamos a ver a lo lejos una nube de polvo blanca que no cambiaba de posición y una grieta que la recorría y se perdía en la distancia. ¡Sí! Eran las Cataratas Victoria y aquello era una nube de minúsculas gotas de agua en suspensión. La larga grieta era el río Zambeze.
El pequeño aeopuerto de Livingstone fue como un abrazo al final del viaje. De aspecto tropical, allí todo fue más sencillo y en pocos minutos nos dirigíamos a nuestro alojamiento, Avani Victoria Falls Resort.             En Zambia, Zimbawe y Botswana tienen el mismo huso horario que en España, por lo que no podemos hablar de jet lag, aunque sí de cansancio tras el vuelo. Ahora sí, a las 18h comienza la puesta de sol y antes de las 19h es completamente de noche.             La primera visita a las cataratas no podría ser esa tarde y al día siguiente partíamos a media mañana hacia Kasane en Botswana, por lo que tendríamos que madrugar para poder contemplarlas tranquilamente.             No fue difícil hacerlo, estábamos impacientes, así que al día siguiente, tras un buen desayuno, comenzamos nuestros paseos por las diferentes sendas que muy cerca de nuestro resort  partían hacía las cataratas, siempre desde Zambia.             Nos impactaron desde el primer momento, y mucho más, si cabe, conforme nos íbamos acercando. Si así de monstruosamente bellas lucían en la época seca, ¿cómo serían cuando vienen desbordadas de agua?             Repetimos una y otra vez los senderos que llevan a las mejores vistas, arriba y abajo, yo no me cansaba de hacerlo, inconscientemente quería que se quedaran grabadas en mi memoria. Contemplamos las Rainbow Falls, las Cataratas Arco iris, en varios momentos del día. Observamos como el arco iris que forman las gotas de agua en suspensión cambiaba de posición dependiendo de cómo el sol incidía en él.             Abrumaba tanta belleza. Puede sonar a cursi, pero en aquellos momentos llegué a pensar en el síndrome de Stendhal cuando visitó Florencia. A mí, sin embargo, esas sensaciones se me presentan con la naturaleza y sus caprichos, ya sean valles, montañas, mares, ríos o cataratas.             Apuramos hasta el último minuto, no podíamos quedarnos más, nos estaban esperando para trasladarnos hacia Kasane en Botswana. Allí pasaríamos dos días rastreando, haciendo safari por el Parque Chobe.
No puedo estar más satisfecha de la decisión que tomamos al elegir hacer este safari con Mopane Game Safaris, sólo creo que cometí un error, al menos desde mi punto de vista.
Al disponer de tan poco tiempo en Livingstone, no pudimos visitar las Cataratas Victoria desde Zimbawe. Hacía falta otro visado, con su consecuente cola, y una pequeña excursión de unos 3 ó 4 kilómetros. Demasiado tiempo de un tiempo que no disponíamos.
Cuando reservé los vuelos, muchos meses antes de la fecha en que partimos, no pensé en que nos recogerían por la mañana para trasladarnos a Botswana. De haberlo sabido, hubiéramos reservado un vuelo anterior, para llegar por la mañana en vez de por la tarde, o hubiéramos llegado un día antes, reservando una noche adicional en el resort. Esta última opción, pasar un día más allí, nos habría encantado, habríamos alargado un día más el viaje, incluso podríamos haber practicado interesantes actividades en las cataratas Victoria. ¡Quizás la próxima vez!            
 

 
Las instalaciones del resort son confortables y muy agradables. Está ubicado dentro de un parque y es fácil ver como las cebras e impalas se encargan de mantener el césped a la altura adecuada. La noche que pasamos allí, nos dirigíamos paseando al The Royal Livingstone Hotel situado en el mismo parque, cuando salieron a nuestro encuentro unas jirafas. No puedo negar que nos cogió completamente por sorpresa y al verlas a escasos metros de nosotros, tan altas y majestuosas, causaban cierto respeto, por lo que mantuvimos las distancias.                   Por cierto, una recomendación. Si tenéis ocasión de realizar este safari, reservar una noche mesa para cenar en la terraza del The Royal Livingstone Hotel, es magnífica.                   Las Cataratas Victoria fueron un brillante comienzo de nuestro safari, pero también pueden ser un maravilloso final, dependiendo en qué sentido se elija hacer este safari.
Nos vemos en el próximo post, rastreando en el Parque Chobe, yo me quedo con el rugir de las cataratas sonando en mi memoria.
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Bon Voyage!