Safari en Botswana, la Autenticidad de Savute

Por Atableconcarmen @atableconcarmen


 
Las primeras luces del alba sorprendieron al leopardo en plena tarea de observación. En esos momentos el ñu miraba en nuestra dirección, aunque seguro que sus pupilas enfocaban al felino. Nosotros debíamos ser una imagen borrosa en segundo plano, no eramos su principal preocupación.
El leopardo repartía su mirada entre el ñu y nosotros. Durante unos segundos nos miraba fijamente, tranquilo, cuando se aburría miraba hacia el ñu. ¿Qué estaría pensando? Él sabía que nosotros no significábamos una amenaza. También sabía que no íbamos a competir por la caza como haría un león e incluso una hiena. Disfrutábamos de La Autenticidad de Savute en el Parque Nacional Chobe.
Estaba sopesando las opciones. El leopardo caza mejor en la oscuridad. Quizás lo que había llevado a la escena que ahora nos escontrábamos contemplando, era un precipitado ataque al amanecer y ahora sentía que no tenía las fuerzas suficientes. Esta belleza de piel amarilla y manchas oscuras, caza sóla a sus presas y eso hace que no pueda tenderles emboscadas, lo que aquí funciona es el factor sorpresa y éste se había esfumado.
  
 

  Pienso que al otro lado, el ñu también estaría analizando la situación.
  
  Pasamos un buen rato  que a mí me resultaron segundos, y esta belleza de piel amarilla y manchas negras seguía repartiendo sus miradas entre nosotros y el ñu. Yo me sentía más atraida por el felino y lo miraba fijamente, parece que ahora nos dedicaba más tiempo. Cuando levanté mis ojos hacia la posición donde estaba el ñu me di cuenta que éste ya se había ido. Otra lección que nos da la naturaleza en este safari.
  
  Habíamos llegado a Savute a media tarde, después de más de 4 horas de sendas de arena casi impracticables y una avería en el radiador del otro vehículo que se solventó rápidamente gracias a la cordialidad que impera entre todo el personal que esta a cargo de grupos de safaris. Es la ley de la savana, hoy por ti, mañana por mí.
En vez de dirigirnos hacia donde habían ubicado nuestro campamento, Willy y Moshey, nuestros guías, nos habían propuesto aprovechar el resto de la tarde rastreando, había probabilidad de encontrar leones. No hizo falta dar más explicaciones, todos estuvimos de acuerdo rápidamente.
Enseguida vimos a un leopardo en lo alto de unas rocas descansando. A primeras horas de la tarde hace mucho calor y los animales se encuentran refugiados en las escasas sombras de vegetación que allí encuentran y si pueden trepar, como es el caso del leopardo, en las rocas.
 

  Y encontramos a los leones. A una familia la encontramos haciendo la siesta en mitad del sendero. Es bastante normal ver estas escenas, en las que los leones, tras un buen banquete, están descansando a la vista de todos y bien tranquilos, habíamos sido testigos de ello en Kenia y aquí también lo fuimos en varias ocasiones.
  

   Nosotros los bordeamos, nos salimos de la senda. Es el único momento en que a los vehículos les está permitido salirse del camino en una reserva, cuando éste está ocupado por los animales o cuando ellos prefieren andar por ahí. Durante los días de safari nos pasó varias veces.
  
  Aunque los leones advirtieron nuestra presencia, apenas abrieron los ojos y alzaron la cabeza para lanzarnos una perezosa mirada. La cacería debía haber sido importante a juzgar por su estado.
  
 

  Proseguimos nuestro camino y descubrimos otra familia de leones que descansaban a la sombra de unos árboles. Esta vez sólo estaba formada por dos hembras con su cachorros que no tenían intención alguna de moverse de donde estaban.
  
  Comenzaba a caer la tarde y nos dirigíamos hacia nuestro campamento cuando obtuvimos una grata sorpresa. Avistamos otro leopardo que estaba marcando su zona y se desplazaba con tal elegancia que parecía que flotaba, de un árbol a otro marcando su territorio. Como me fascinan estos animales, me resultan tan enigmáticos.
  


  Llegamos al campamento móvil casi de noche, como por arte de magia, todo está montado y a punto: las tiendas, el agua caliente en las duchas, las sillas alrededor del fuego, la carpa del comedor con la mesa puesta y la zona de trabajo. Cómo comenté en Safari en Botswana - Pon un safari en tu vida, se trata de un campamento móvil de lujo, lo que significa que puedes disfrutar de unas comodidades en pleno corazón de la savana que parecen imposibles.
  
  Tras una ducha caliente reconfortante, nos reunimos en el boma, el fuego que preside el campamento. Allí, con una copa de un Sauvignon Blanc sudafricano en la mano, fijamos nuestros ojos en el cielo. La vía Láctea, las estrellas más brillantes del firmamento, Orión, la Cruz del Sur, Escorpión y otras muchas más, se observan claramente. Lo de ver los Big Five, los cinco grandes, está muy bien, tachar animales de nuestra lista de avistamientos también puede estarlo, pero sentir esas maravillosas experiencias, ver el cuadro de Africa completo y ser testigo de ello, sin virtualidades, eso es lo que buscaba en el safari. Hablamos de ello, ¡cuántas veces habré hablado de ello!, mientras, a lo lejos, o no tan lejos, se oían a las hienas. Aquella noche, y las siguientes, ya en la cama, también las oiríamos.
Las mañanas en Savute son muy frescas. Iniciar el safari al amanecer, subida al todoterreno, donde el viento hiela nuestras mejillas y el aroma de la salvia silvestre impregna el ambiente, mientras por delante de mis ojos va transcurriendo un paisaje con el que llevaba tiempo soñando, me predispone a convertirlo todo en aventura, en una auténtica y nostálgica aventura africana.
    Nos topamos con la escena del ñu y el leopardo de la que hablaba al principio. La luz, el momento, los actores, la salvia silvestre que lo invade todo, hacen este encuentro muy especial. Y es que  Savute es muy intenso, me cautivó ya a la llegada y cada vez me tiene más atrapada.
  
  La sequía en Savute es extrema, muy dura. Los animales peregrinan por la reserva en busca de las escasas charcas o hacia los waterholes, charcas donde se bombea agua para que los animales puedan sobrevivir. Y es que es muy difícil vivir en Savute. Los animales emigran hacia otros zonas del parque, incluso hasta el Delta del Okavango, la comida escasea, y los que se quedan en este área tienen que adaptarse, como es el caso de los leones. Los leones de Savute se han adaptado a las condiciones de su entorno y cazan elefantes, uno de los animales más numerosos en esta reserva.
Una noche en el campamento nos despertaron unos ruidos aterradores y bastante cercanos. Ya despiertos escuchamos atentamente para ver si eramos capaces de saber a qué animales pertenecían. No hubo lugar a dudas. Los barritos del elefante eran claros y contínuos, y los rugidos de los leones nos desvelaron que era lo que acontecía a no demasiados metros de donde se encontraba el campamento. Curiosos, y por qué no decirlo, algo intranquilos, ya no pudimos volver a dormirnos. Fue una larga hora, puede que más, el tiempo que hizo falta para que el elefante sucumbiera a los leones.  
 

Ahora nos dirigíamos hacia el charco donde bombean agua y los elefantes acuden a beber. Observamos que aquí también hay jerarquías y que algunos se saltan fácilmente su turno sin que nadie le rechiste, o al menos sin que la queja prospere. También nos llama la atención lo "contentos" que se van alguno tras beber durante un rato.
      
  

  Hace ya unas cuantas horas que dejamos nuestro campamento y toca estirar las piernas. Momento en el que nuestros guías buscan un espacio donde podamos bajar sin peligro y montan la mesa con té, café caliente, fruta y pastas caseras. Es nuestro momento picnic del día, algo que se agradece y que marca la diferencia.
 

 
 


  En Savute hemos visto ñus, impalas, búfalos, chacales de lomo negro, antílopes ruanos, facoceros, kudus, elands, jirafas, elefantes, hipopótamos, ave secretario, avestruces y mis favoritos, los leones y los leopardos. Así podría estar un buen rato, tachando animales de la lista de avistamientos, pero ya he dejado claro que no era esto lo que a mí me interesaba de un safari africano. Claro que quería verlos, pero lo que de verdad me gustaban eran las escenas que estos creaban.
  

 

 


  Hubo muchos momentos sorpresa en los que algún elefante nos cruzaba, casi sin darnos cuenta, por delante o salía de entre las ramas de los mopanes y nos daba un buen susto. Verlos cerca, muy cerca, a esa distancia en la que tienes que mover la cabeza de arriba a abajo y de izquierda a derecha para poder observarlos en su totalidad, así en libertad, mientras sueltan un sonoro barrito a la vez que agitan las enormes orejas y mueven su trompa, ese instante impresiona, ese instante te deja casi tan congelado como las posibles fotos que puedas tomar.
  
  Pero sorpresa entrañable y auténtica fue la del último día de nuestra estancia en Savute. No serían todavía las 9h de la mañana, y no lo digo por que mirara el reloj, sino por que ya me había acostumbrado un poco a medir la hora en la que nos encontrábamos por la fuerza del sol. A esa hora el sol ya comenzaba a calentar pero sus rayos incidían de manera dulce sobre las hierbas pajizas de la savana convirtiéndolas en una preciosa alfombra dorada. Probablemente el sol fue el culpable de que no nos diéramos cuenta de ellos hasta que no los tuvimos delante de nuestras narices.
   Íbamos por una estrecha senda abierta entre esta alfombra pajiza, si mirábamos unos cuantos metros hacía delante, la altura de la hierba ocultaba el sendero. Todos estábamos atentos, por que había mucha calma. Parecía domingo, no sé si era domingo. Sé que había la misma calma que hay en una ciudad un domingo temprano, a esas horas en que las calles todavía no están puestas y los que aprovecharon hasta el último minuto del sábado noche ya están descansando. A la izquierda había algo de vegetación, justo en la curva. Llegamos a la curva y ¡¡Cuidado!!
  
  Una familia de leones al completo, machos, hembras y juguetones y traviesos cachorros invadían el sendero. El macho dominante ocupaba la primera posición tumbado en medio del camino, unos pocos metros más allá otro macho más joven con señales de lucha. Nuestro guía nos aclaró que había sido un problema entre machos. Las leonas andaban de aquí para allá teniendo cuidado que los cachorros no sufrieran ningún percance. Éstos, juguetones, parecían niños, niños humanos, me refiero.
  
  Era una estampa de lo más familiar. Una familia de leones había salido a pasear y jugar con sus cachorros una mañana de domingo. Justo parecía eso. Nunca había imaginado que estos felinos fueran tan familiares.
  

  Los cachorros traviesos hasta la saciedad. Ahora hacían carantoñas a su madre, ahora provocaban a otro cachorro más grande o ahora se escondían entre las altas hierbas y esperaban a que otro cachorro se acercara para salir de su escondite y saltar sobre él. ¡Parecían niños!
  


  Esta escena se repetía una y otra vez y no nos cansábamos. Me sorprendí varias veces con las cejas arqueadas y la boca abierta. Era emocionante. Hasta parecía que no tenían ningún peligro y apetecía bajar del todoterreno y acariciarles.
Mientras, entre juegos y arrumacos, avanzaban por el camino. Se advertían de nuestra presencia, bueno, de la del vehículo, y no parecía importarles. Nos rodeaban y nos ignoraban. Era como observar sin ser visto.
  
  Paso un buen rato hasta que los machos se incorporaron y se decidieron a avanzar hacia donde se encontraban las leonas y los cachorros. Les debieron hacer alguna señal de "ya está bien de juegos,  vamos a descansar a la sombra" y se encaminaron hacia el interior de la vegetación. Alguno de ellos nos miró, marcó el territorio y lentamente fueron desapareciendo del alcance de nuestra vista. Increíbles fueron estos minutos. Imposible olvidar.
 

 

  Impactados por las escenas que acabámos de vivir proseguimos el safari. Pensé que nada podría igualar aquellas imágenes, pero Africa siempre te sorprende. Volvimos a cruzarnos con elefantes, con jirafas, con diferentes clases de antílopes y con varias manadas de ñus. Lo que estaba viviendo superaba mis expectativas.

    
  

  Era nuestro último día en Savute y queríamos despedirnos de este lugar contemplando el atardecer desde uno de los baobas más grandes de la zona. Así que cuando comenzó a caer la tarde nos fuimos hacia allá.
 
 
  
    
 
El espectáculo de colores era precioso, algo mágico. ¡Hasta siempre Savute!
 
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Bon Voyage!