Safari en Botswana, Navegando por el Delta del Okavango

Por Atableconcarmen @atableconcarmen


Otra cosa que no entiendo. Me las veo y me las deseo para llegar al trabajo a las 8 a.m. De seguir así, algún día tendrá que venir a casa la grúa municipal a sacarme de la cama. Sin embargo, no opongo ninguna resistencia a madrugar cuando estoy viajando. Es más, no me ha costado ningún esfuerzo levantarme a las 5h de la mañana los días que he estado de safari.
Habrá que estudiar este comportamiento, aunque es evidente que la vuelta al día a día y yo todavía no hemos hecho las paces. Mientras tanto ... sigo con mis crónicas viajeras.
Nuestro Safari en Botswana continuaba Navegando por el Delta del Okavango. Abandonábamos la reserva de Savuti, nos esperaba un largo desplazamiento a través de este área y, al igual que los otros días, habíamos madrugado, sin esfuerzo.

  Nos dirigíamos hacia la isla Xhobega ubicada entre los canales del Delta del Okavango, allí pasaríamos la noche y desde allí realizaríamos los safaris en lancha por los canales.
Antes teníamos que salir de la reserva, justo por la puerta completamente opuesta a donde estaba nuestro campamento móvil, por lo que había que atravesarla y eso significaba que el desplazamiento iba a convertirse en un safari.
Apenas dejamos el campamento avistamos un leopardo en las rocas, a esas horas muy activo, de aquí para allá, cosa que agradecimos. Siempre es más emocionante ver a los animales en movimiento que descansando, quizás sea por el factor sorpresa y la incógnita de qué pasará a continuación.
  
 
 
Y esta mañana había actividad en la reserva. Dejamos atrás al leopardo y cuando los rayos de sol comenzaron a calentar y dar ese precioso color dorado a la sabana, nos encontramos con un grupo de leones jóvenes en actitud de reposo pero sin perder de vista una manada de ñus que tenían algo más alla.
Detuvimos el vehículo a una distancia prudencial para dejarles hacer y enseguida comenzaron a incorporarse, a marcar territorio y a dar un rodeo para acabar yendo hacia los ñus. Uno de ellos se adelanta, el resto le observan poco convencidos de la oportunidad de sus intenciones y se quedan en su posición. Avanza sigiloso, con la cabeza más baja, esta evaluando el ataque. Mientras tanto los ñus ya se han dado cuenta y  todos miran hacia él expectantes. Finalmente, el joven macho se decide e intenta atacar, sin conseguirlo.
  

     
 Le ha faltado estrategia, los ñus han salido disparados todos juntos, ninguno ha quedado rezagado y eso les ha salvado. Ahora todos siguen mirando al león, nosotros también, por si se vuelve a pensar la opción de ataque, pero regresa cabizbajo hacia donde se encuentran el resto de la manada.
  
 
  
Reanudamos la marcha. Durante el trayecto nos cruzamos con elefantes, ñus, impalas, chacales y gran cantidad de las especies que habíamos avistado los últimos días. El viento generado por la velocidad del todoterreno nos trae el aroma de la salvia silvestre. ¿Viene a despedirse? No lo sé, pero en ningún otro lugar de Botswana la sentí tan intensa como aquí en Savuti.
Nos encontrábamos ya cerca de la salida de la reserva de Savute, de vez en cuando nos cruzábamos con algún otro todoterreno, cuando de repente Moshey, nuestro guía-conductor, frena el vehículo en seco y comienza a hacer marcha atrás a toda velocidad. ¿Qué ha visto? ¿Dónde? Seguro que es algo, algo Animal.
Enseguida tuvimos respuesta. De los arbustos salía una familia de leones jóvenes. Jóvenes, quizás poco expertos en caza, a juzgar por la delgadez de sus cuerpos. Caminaban con tranquilidad. Pasaron por la parte derecha de nuestro vehículo, nos miraron y prosiguieron su camino hacia el interior de la reserva. Viéndolos así parecían inofensivos. Seguro que estoy diciendo una barbaridad.
     
  

  El otro todoterreno donde viajaba el resto de nuestro grupo iba por delante. No habían visto los leones, no se habían detenido y ahora se habían distanciado de nosotros. Había que alcanzarlos, así que nos pusimos en marcha.
El paisaje comienza a cambiar, la vegetación es algo más densa, hay más árboles y el ambiente es menos seco. Incluso pasamos por algún riachuelo. Nos encontramos cerca del área de Moremi, en los alrededores del río Kwai. Esta zona es el polo opuesto de Savuti, aquí los animales no tienen problemas de agua.
  

 
Es casi mediodía cuando llegamos al lugar donde tomaremos nuestro picnic. Es una zona con agua, rodeada de vegetación, justo al lado de los hipopótamos, no demasiado lejos de los cocodrilos y observando como, al fondo, los elefantes vienen a beber.
  
  Se está bien en este lugar. La brisa es algo más húmeda, mi nariz lo agradece, tengo la impresión de haber respirado mucho polvo estos últimos días, pero ahora, aquí, se está muy bien. El paisaje es espectacular y después de unas cuantas horas en el todoterreno dando botes, se agradece estirar las piernas. Pronto dejamos de estar sólos y otros grupos eligen este paradisiaco rincón para realizar su descanso.
Ya habíamos comido y andábamos mirando hacia el horizonte, junto a nosotros un italiano observaba a los hipopótamos con unos prismáticos cuando nos avisa señalando hacia la izquierda. Apreciamos como un cocodrilo, no demasiado grande, andaba incordiando a uno de los hipopótamos. Éste se enfrenta a él y lo lleva hacia el agua para una vez allí cogerlo en su gran boca y llevárselo hacia el interior, hacia aguas más profundas. Lo curioso es que los hipopótamos no comen cocodrilos, así que esta reacción debía ser sólo para darle un escarmiento. Así estuvo un buen rato. El caso es que nosotros nos fuimos y el hipopótamo todavía tenía atrapado entre sus mandíbulas al cocodrilo.
  
  Retomamos nuestro camino en dirección a la lancha que nos llevará a la isla Xhobega. Cuando llegamos, nos están esperando, así que embarcamos y comenzamos un largo y tranquilo safari entre los canales.
  
  La vegetación es densa y muy alta. Desde nuestra posición, a veces, sabemos que los animales están ahí pero no los vemos por que quedan ocultos, camuflados entre papiros y juncos. En la lancha en la que navegamos podemos ir sentados sobre la cubierta del techo desde donde el campo de visión es más amplio, pero a estas horas de la tarde cae un sol de justicia. Prefiero ir a la sombra y de vez en cuando notar las gotitas de agua que salpica la lancha al abrirse camino.
Observando este regalo de la naturaleza, enseguida sucumbo a mis pensamientos. En el Delta del Okavango el agua y la tierra parecen amantes abrazados sin orden ni concierto, revueltos, donde uno se convierte en el otro y el otro es parte del uno, sin barreras ni límites. Para comprender bien a estos amantes hay que tomar altura y lo haremos dentro de unos días, cuando sobrevolemos el Delta del Okavango, navegando sólo se intuyen.
  
  La belleza del delta no deja a nadie impasible, a mí me calla, me deja en silencio. Ana Alia, nuestra guía de Mopane Game Safaris se da cuenta y me saca unos segundos de ese estado hinóptico: Qué callada estás Carmen. Pero es que no lo puedo remediar, me abstraigo observando ese gran abanico de tonalidades de verdes que llegan hasta el amarillo, escuchando el sonido que hacen los juncos cuando la lancha se desliza sobre el agua o el canto individual de las aves, esas, aparentemente, pequeñas cosas de la naturaleza que a mí cada vez más, serán los años, me parecen más grandes.
Avanzamos por los corredores de agua, ahora más lentos, ahora más rápidos.¡Qué maravilla! ¡Qué paz! Hace que me sienta tan lejos de todo y parece que el mundo no exista, sólo existe este espacio.
  
 
  Avistamos sitatungas, red leeches, elefantes, impalas, cocodrilos, una gran cantidad de aves y especies diferentes a las que habíamos visto los últimos días. Cada uno de ellos interviene en este ecosistema manteniéndolo en equilibrio.
Llegamos al que será nuestro campamento por una noche. Una pequeña isla en medio del Delta del Okavango de la que se corre el riesgo de caer al agua a poco que se camine en cualquier dirección. Delante de nuestra tienda hay excrementos recientes de un elefante, ya nos han advertido que es fácil tener visita animal, esta parte del delta es auténticamente salvaje.
 
 

  
Volvemos a la lancha para dirigirnos a ver una de las más impresionantes puestas de sol de todo el safari. Avistamos búfalos e hipopótamos en los recovecos y los escondites que la vegetación forma en el agua y nos detenemos a ver los nidos de los marabús, esas aves tan poco agraciadas y con unas plumas tan bellas.
  
  Navegamos tranquilamente, dejándonos llevar, casi resbalándonos sobre la superficie del agua, y permitiendo que la naturaleza nos sorprenda hasta que la gran esfera naranja se posa en el horizonte. Otro de los momentos mágicos que nos ha regalado este safari.
  
  Al día siguiente volvemos a hacer safari en lancha, por canales diferentes pero hacia la misma dirección donde ayer embarcamos. Es una incógnita conocer cómo se orientan para navegar entre estos brazos de agua. Unos pasillos acuáticos que cambian con las crecidas de agua, con las lluvias, con las estaciones. Hoy hay una pequeña isla a nuestra izquierda pero puede que en unos días otros viajeros estén navegando por encima de ella. Sigo desorientada. No llegó a averiguar por mí misma donde está el norte y donde el sur.
  

 
Nos detenemos en una pequeña isla con palmeras, baobas y una vegetación muy variada. Vamos a conocer algo más sobre las especies vegetales del delta, a la vez que aprovechamos para andar un poquito.
 
  De regreso al mismo embarcadero donde ayer tomamos nuestras lanchas, nos cruzamos con un elefante paseando por el agua. Es magnífico, pesado, enorme y avanza lentamente por el agua, parece disfrutar del chapuzón. Lo seguimos unos instantes hasta que decide adentrarse en tierra firme.
  
 
  

 
   Casi estamos llegando a nuestro embarcadero y la lancha se para tras la voz de aviso de los que navegan en el techo del barco. Estamos en un canal muy estrecho y a pocos metros un elefante recorre el mismo camino que nosotros. Enfadado, a juzgar por sus barritos, se vuelve hacia nosotros y hace aletear sus orejas. Estamos en su camino, no queremos molestar pero no tenemos alternativa. Imposible hace marcha atrás, la vegetación es densa, el canal muy estrecho y la profundidad es escasa, a veces las raíces y las plantas acuáticas se lían a nuestra hélice. Sólo queda tener paciencia y no hacer enfadar al elefante. Sobre todo que no decida regresar por donde ha venido, eso supondría pasar por encima de nosotros y la idea no nos seduce. Así que poco a poco avanzamos guardando las distancias.
 

 
  Cuando llegamos al embarcadero Willy y Moshey nos esperan con los todoterrenos. Se ríen de lo alterados que estamos con nuestra última aventura con el paquidermo. Ellos deben estar acostumbrados a esto y más, sin embargo, para nosotros ha sido muy emocionante.
Nos vamos hacia la Reserva de Moremi, donde nuestro campamento móvil estará ubicado los próximos tres días. Los árboles cada vez son más abundantes y espesos y volvemos a cruzar algunos canales con agua.
  



 
En unos minutos nos encontramos en la puerta de Mabame, y  cruzamos el río Kwai por un puente de madera que tiene el paso restringido a un solo vehículo. Los guías gestionan los permisos y nos adentramos en la reserva de Moremi.  Me llama la atención que apenas nos cruzamos con algún otro vehículo.
  


 
Atravesamos una zona idílica llamada Paradise Pools, las Piscinas del Paraíso, donde los animales beben y descansan tranquilamente, las copas de los árboles se reflejan en las charcas, los termiteros se cubren de verde y los troncos muertos, huella del paso de los elefantes por la zona, parecen esculturas. La estampa es de lo más bucólica. Muy bella. Durante nuestra estancia en Moremi atravesaremos estas piscinas en varias ocasiones.
  



 
Comienza a caer la tarde, nos cruzamos con elefantes que atraviesan el río por la misma zona que nosotros. Alguno desconfía, nos mira desconfiado y monta una polvareda. Hay muchas hembras con bebés elefantes quienes nos conquistan con sus torpezas. Cruzan el río y rápidamente se apresuran a camuflarse detrás de los arbustos. Resulta gracioso, detrás de esas hojas se creen a salvo, como si no los viéramos y, sin embargo, se distinguen perfectamente.
  



 

 
Casi llegando a la nueva ubicación de nuestro campamento móvil paramos unos segundos para ver la puesta de sol, hoy los protagonistas son los elefantes. Un gran grupo de elefantes se han reunido alrededor de una gran charca para beber. Al fondo un sol naranja que contrasta con la oscura piel del paquidermo.
  


 
Esta será nuestra última escena animal del día. Las hienas pondrán la banda sonora durante la noche, ya, casi, me estoy acostumbrando a saber que están ahí.
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Bon Voyage!