Y me sigo preguntando por qué tanto me gustó. En realidad, la autora nos cuenta un cuento relativamente sencillo, con un modo de expresarse que roza el minimalismo tan opuesto al barroquismo y a los excesos de muchos autores del género. Creo que el primer gran logro de la saga es un milagro: hacer creer al lector que el mundo fantástico por el que transita bien podría haber existido, dragones incluidos. Resulta portentoso que, en un determinado momento, un mago hable con un dragón y eso me parezca del todo razonable. Quizá porque jamás narra sobre hechos demasiado excepcionales sin olvidar dotarlos de una normalidad o incluso una coherencia. Todo lo que ocurre en la saga parece posible en ese universo que más parece inspirado en la Edad del Hierro que en un mundo medieval o antiguo. Todo es muy sencillo en Terramar, y esa es otra de las razones de su éxito. Sencillo, cristalino y lógico. Cercano, en una palabra. Hasta luminoso.
Y distinto de otros pasteles. Además, la trama fluye como el agua, con el socavón del segundo libro, que más parece una historia paralela, un relato ampliado, que otra cosa. Bien, el orbe de Terramar se cimienta en una narrativa diáfana:
«Ged había imaginado que como aprendiz de un gran hechicero no tardaría en ser iniciado en los misterios y la maestría del poder; que comprendería el lenguaje de las bestias y el susurro de las hojas del bosque, y que con su sola palabra desviaría el rumbo de los vientos y aprendería a transformarse en cualquier cosa. Acaso él y su maestro correrían a la par convertidos en venados o volarían hasta Re Albi por encima de la montaña en alas de águila. Mas no fue así. Erraron días y días por los caminos, bajando primero al Valle y luego, poco a poco, yendo hacia el sur y el oeste, alrededor de la montaña, pidiendo albergue en las aldeas o pasando la noche a campo raso como pobres hechiceros trashumantes, o como caldereros o mendigos. No entraron en dominios misteriosos. Nada ocurría. La vara del mago, que en un principio Ged observara con temor y curiosidad, no era más que un recio báculo. Pasaron tres días, pasaron cuatro días, y Ogión aún no había pronunciado una sola palabra mágica en presencia de Ged, ni le había enseñado un solo nombre, una runa, un sortilegio. Aunque callado y taciturno, Ogión era un hombre tan apacible y sereno que Ged pronto perdió ese temor reverente que le inspirara al principio, y así al cabo de unos pocos días se atrevió a preguntarle:
—¿Cuándo comenzará mi aprendizaje, Señor? —Ya ha comenzado —respondió Ogión. Hubo un silencio, como si Ged estuviera callando algo. Al fin dijo: —¡Pero si aún no he aprendido nada!»
Además de los libros de Terramar están los Cuentos de Terramar, que no están mal sin estar a la altura de las novelas. Y luego viene el desastre de las adaptaciones cinematográficas. Hay una manga, llamada “Gedo Senki", un anime a cargo de Goro Miyasaki para el Estudio Ghibli. Un desastre, de lo peor. Ni caso al manga. Prefiero los de One Piece mil veces. Y luego hay una adaptación para televisión que, dicen los que la han visto, es abominable. El gavilán vuela alto, quédense con los libros.
Acabo citando a la autora, a Le Guin. Una cita que da para reflexionar y enriquecerse y cambiar el propio punto de vista sobre el género fantástico y la ciencia-ficción.
"La fantasía es más antigua nace del mito y la magia, que la literatura antigua y medieval por todo el mundo ya ha trabajado, es una literatura que vulnera la razón. En cambio la Ciencia-Ficción es la más nueva tipología de literatura, crea ficción sin nunca vulnerar la razón. Pueden aparecer sociedades ajenas, extrañas y desconocidas, pero con una explicación científica para su existencia, la exobiologia explicará su procedencia. A pesar de las apariencias la ciencia-ficción parte del realismo. En cambio la fantasía está llena de seres que no necesitan ninguna explicación, porque son de constitución mágica, fuera de la razón: dragones, duendes, etc. Y a pesar de eso ambas tipologías de literatura tienen un nexo en común y es que reflexionan sobre nuestra sociedad a partir del efecto espejo en sociedades diferentes y alternativas."
Saga Terramar, de Ursula K Le Guin