Ni Juan Carlos I, aliado incondicional de Mohamed VI como lo fue con anterioridad de su padre, ni el Ejecutivo Zapatero, siempre equidistante ante la violencia ejercida por Marruecos contra la pobalción saharaui, han respondido con la contundencia que cabía esperar al ataque perpetrado en el Campamento Gdeim Izik, cerca de El Aaiún. Claro que tampoco lo ha hecho Naciones Unidas, que precisamente ayer celebraba una nueva reunión para reactivar el proceso de negociación sobre la soberanía del Sahara Occidental. El Gobierno de Rabat se disfraza de demócrata, pero actúa como sólo lo saben hacer los fascistas. Cierra las fronteras de El Aaiún a periodistas y observadores internacionales porque no quiere testigos de sus atropellos y atrocidades. El Frente Polisario ha pedido una investigaciòn en profundidad de lo ocurrido, pero seguro que ésta no se llevará a cabo y si se impusla será parcial y manipulada. El pueblo saharaui tiene derecho a decidir su futuro y no aceptará nunca una autonomía tutelada por Marruecos en su propio territorio, La razón le asiste.