Una diferencia importante, eso sí, con los protagonistas de la mencionada novela es que todos ellos, llegan a la isla de Saint Thomas en avión; sin embargo, mi medio de transporte para llegar fue bien distinto, ya que yo llegué en uno de los muchos cruceros que salen desde el Viejo San Juan de Puerto Rico (habrá posts recomendando la que, sin duda, es una de las ciudades más bellas que he disfrutado).
También en barco (aunque seguro segurísimo no sería una travesía ni tan lujosa, ni tan romántica, como la mía) Cristóbal Colón divisó estas islas en 1493 durante su segundo viaje al "Nuevo Mundo" (coincidentemente también era mi segundo crucero por el caribe -el primero fue con salida en Miami, y recorriendo Key West y Cozumel; el tercero también desde Miami y con destino Haití, Jamaica y de nuevo Cozumel-). Por cierto, las bautizó como las "Islas de las Once Mil Vírgenes" en honor a la leyenda de Santa Úrsula y sus vírgenes.
Si leemos un poco la historia de este bello enclave caribeño, observaremos la numerosas influencias recibidas, ya que la administración de estas islas ha recaído, durante trescientos años, en diversos colonizadores europeos: España, el Reino Unido, los Países Bajos, Francia, la Orden de Malta y finalmente Dinamarca, cuya Compañía de las Indias Occidentales llegó a la isla de Santo Tomás o Saint Thomas en 1672 y a San Juan o Saint John, en 1694. Luego compraría Saint Croix, convirtiendo las Islas Vírgenes, durante más de dos siglos, en una colonia del Reino Danés. Esta influencia danesa la podréis observar, sobre todo, en la arquitectura de su capital, Charlotte Amalie.
Durante la fase de la guerra de submarinos en la I Guerra Mundial, Estados Unidos, temiendo una posible captura de las Islas Vírgenes por parte de Alemania, para usarlas como base naval, presionó al Reino de Dinamarca para que vendiera este territorio. El país nórdico aceptó la oferta de 25 millones de $. Total, pensaba que si Alemania invadía Dinamarca, Estados Unidos conquistaría las Islas gratis, y ya se sabe..."más vale pájaro en mano, que ciento volando".
Tras el repaso histórico-cultural mencionar que son variadas las excursiones y opciones que la isla os ofrecerá: alquilar un catamarán, jugar al golf en Mahogeny Run, buceo o submarinismo en los numerosos arrecifes que rodean Saint Thomas, visitar Coral World Ocean Park (para observar de cerca manta rayas, tiburones, tortugas enormes, y cientos de peces de coral, y sobre todo, un Observatorio Submarino enorme, con un sendero a 5 metros bajo el nivel del mar a través del cual observar el fondo marino que ha hecho famosas a las Islas Vírgenes) o visitar el principal atractivo de las Islas Vírgenes, sus playas.
Entre las más famosas están Truk Bay o Magens Bay. Si hace buen día (por estas latitudes, pocos son los días que no) recomiendo levantarse prontito, desayunar fuerte, y alquilar un transporte que os acerque desde la capital Charlotte Amalie (y puerto de desembarque) a Magens Bay, considerada entre las cinco mejores playas del mundo por la revista National Geographic.
En la carretera (no os asustéis al principio, no conducen mal, es que en todas las Islas Vírgenes se conduce por el carril contrario, herencia británica) alcanzaréis el punto más alto de la isla (que es de origen volcánico y por tanto montañoso), Crown Mountain, entre serpenteantes carreteras que ascienden rodeadas de una exuberante vegetación. Arriba os espera la llamada "silla de Drake" en honor al famoso pirata que utilizaba la isla como fondeadero, escondite y lugar de avituallamiento. Desde este punto podía controlar los 360 grados de la isla, es decir, todos los puntos cardinales. Aprovechad para hacer fotos panorámicas ya que las vistas son espectaculares.
Entre las hermosas vistas alcanzaréis a ver vuestro destino: Magens Bay. Bajo la protección de una bahía se encuentra una playa de casi dos kilómetros con cocoteros y miles de palmeras llegando hasta el pie de su arena blanca coralina. El mar, de un azul intenso, os invitará a no iros nunca de este paraíso.
Por la tarde la mejor opción, antes de embarcar, es visitar Charlotte Amalie: la arquitectura de la capital de Saint Thomas no ha cambiado mucho desde los tiempos en que los tratantes de esclavos comerciaban con su cargamento humano, los piratas anclaban sus naves en el puerto, y los plantadores daneses exportaban el "oro blanco", que es como llamaban a la caña de azúcar (Cruzan Rum es el típico de la isla). Las antiguas iglesias, fortificaciones (destacar el Fuerte Christian, de 1671) y edificios públicos mantienen viva la histórica personalidad de la ciudad. Sin embargo, aunque había llegado a ser uno de los principales emporios comerciales de las Indias Occidentales no es una ciudad muy grande y os dará tiempo de sobra para recorrerla, principalmente las numerosas joyerías y tiendas de Dronningens Gade, la avenida principal de la capital.
Me despido por ahora, el maravilloso día tocaba a su fin y la noche caía sobre Charlotte Amalie. Debíamos arreglarnos para la cena a bordo. Os dejo una última foto y os espero en el siguiente post y segunda parada del crucero: Tórtola, la Isla Virgen Británica.