Para este año 2011 Volkswagen tenía muchos frentes abiertos, quizá demasiados. La Fórmula 1, el Mundial de rallys y el Dakar eran los tres vértices sobre los que descansaban las dudas de la firma alemana. Descartado el aterrizaje en la F-1 para 2012, confirmada su irrupción en el WRC, falta por despejar la incógnita dakariana. Pues bien, en esa guerra, Volkswagen maneja a estas horas un posible plan B.
La apuesta firme por el Mundial de rallys suponía casi obligatoriamente el adiós al raid más famoso del mundo. Kris Nissen, jefe de equipo, confiaba en Buenos Aires, recién proclamado campeón Nasser Al Attiyah, en que VW mantuviera el proyecto para la edición del Dakar 2012, en el que Perú se une como nuevo ingrediente del menú. Todo apunta a que Volkswagen disputará ya algunas pruebas del Mundial de rallys 2012, al modo de que lo hará Mini en el campeonato que arrancó hace un mes en Suecia. Sería, más o menos, una toma de contacto cara a 2013, donde ya disputará el campeonato de pleno. Entonces, ¿qué hacer con el dinero ya invertido para preparar el Dakar 2012?
La alternativa pasa por afrontar ese reto no con el Race Touareg, emblema de Volkswagen y ganador de las tres ediciones disputadas en Sudamérica, sino con un Porsche, marca del mismo grupo. En ese caso sería un cambio de cromos, un canje de carrocerías. Carlos Sainz y Lucas Cruz, campeones del Dakar 2010, aguardan todavía a que desde Wolfsburgo, hogar de VW, les confirmen si darán continuidad a su proyecto en la disciplina desértica.
En caso de que prospere la apuesta de Porsche, Sainz podría estar al volante de un Cajun, un nuevo modelo de la marca, con una carrocería montada sobre la base del Touareg.
Porsche regresaría de este modo al Dakar, competición en la que se llevó el triunfo en 1984 con René Metge y Dominique Lemoyne. Dos años después, el tándem repetiría el éxito. Las dunas de África encumbraron entonces al Porsche 959. Ahora, su descendencia, el Cajun, espera que el proyecto vea la luz.