De niña siempre oí decir a mi padre la frase de "Madrid, en agosto, Baden Baden". A mi el nombre de la ciudad me sonaba muy sugerente y luego comprendí que era un famoso enclave alemán de la Selva Negra, lugar de vacaciones de la burguesía mundial en el XIX y célebre por sus balnearios.
Pues eso. Muchos madrileños dejan la ardiente ciudad en agosto y otros la disfrutamos en su mejor momento: de noche, cuando no hace tanto calor, con sitio para aparcar y espacio en los bares y restaurantes para cenar o picotear sin reservas.
Ya había oído hablar de este lugar y me picaba la curiosidad. Cuando un sitio se pone de moda, no siempre es la mejor opción.
Si os gustan los ambientes distintos, modernetes, con algo diferente que ofrecer, con mucho postureo y tapas variadas y fusionadas en un entorno desenfadado, aquí dais en el clavo.
El locales como una sala de despiece de un matadero. No le faltan los ganchos en el techo, aunque no para colgar las reses, sino unos cestillos con los cubiertos, palillos y servilletas (mirad la foto de arriba).
En el techo y parte de las paredes unas planchas de porespán, procedentes de cajas de embalaje incluso con sus etiquetas sin quitar.
La carta, presentada en una carpeta de pedidos con su pinza y todo, escrita a mano:
La cerveza, una delicia madrileña artesanal que está muy de moda en la capital: Madrid 360, de La Virgen. Mientras pides la comanda te ponen unas patatillas fritas a la inglesa con mucha sal y pimentón.
Pedimos unas piparras fritas, al estilo donostiarra (fijaos en la presentación, con su papel de embalaje de alimentos):
Un huevo frito con foie y aceite de trufa absolutamente delicioso (a 4 eurillos la unidad):
Unas mollejas a la plancha con salsa de ostras y ají, muy ricas:
Y un tartar de lubina, un pelín escaso, pero muy digno:
Como veis, una opción muy recomendable, por lo novedoso e innovador de su propuesta. Sale a unos 20 euros por persona, un poco caro, pero con buena calidad.