Sala de espera.

Publicado el 21 abril 2015 por Diego Diego F Ospina @DiegO_OzpY

Había olvidado mis problemas. Me veía acosado por una serie de personas tan diferentes y lejanas que lo único que podían tener en común era la miseria de una vida sin paz. Es a lo mejor la suerte de todo bajo el sol.

Tenía dientes y uñas como los perros, pero a diferencia de ellos yo no podía ni morder, ni aruñar. Vivía como un perro.

Recuerdo a la señora Cuningham, recuerdo sus ojos gastados de color café, recuerdo sus ojos gastados y el aura celeste de las cataratas que rodeaban ese color café. Recuerdo la casa de la señora Cuningham, casa que nunca conocí pero que de todas maneras recuerdo porque a mi oficina se presentó como el primer caso, y hoy después de trecientos procesos aún no hemos podido arrancarle al banco un centavo. Recuerdo a la señora Cuningham que iba y venía con sus cataratas y sus mares, y sus océanos de sin razón.

Había olvidado mis problemas, como se olvidado todo lo que no recuerda un libro bajo el sol. Mis problemas parecían menos serios desde que me di cuenta que no podía resolverlos. La verdad que me revelaba el futuro como única he inevitable, hacia esta tierra un lugar más apacible, menos denso, sin el peso de quienes pasan por la oficina pidiendo socorro, los problemas ajenos me liberaban, me daban la satisfacción de resolver de una vez por todas todos aquellos nudos que las parcas obvian y que tanto cuestan a los mortales desenredar. Podía resolver cualquier problema bajo el sol y sobre el mar, menos mis problemas, claro está, y menos los problemas de cataratas de la señora Cuningham, pero vaya que podía resolver no mirar más a sus ojos cafés, sin casa, sin hogar.

He visto desfilar a toda la fauna humana por los pasillos de asistencia legal, todos, pedófilos, ancianas, obreros, extranjeros, ricos, pobres, malos y buenos padres. Y cuando los ves llorar, y te das cuenta que en el fondo todos son humanos, te preguntas por un momento si ese trabajo gratuito que realizas es suficiente para salvar tantas almas, si eres el indicado.

Entonces un silencio eterno colma la sala... ¡es tiempo de atender a alguien más¡