CURIOSEANDO POR SALAMANCA (IV)
Un privilegiado me sentí al entrar en este peculiar lugar bajo tierra, la antigua cuadra donde se guardaron tantos caballos. Lo primero que llama la atención es esa inacabable bóveda de ladrillo macizo, que te traslada a otra época, ni más ni menos que al siglo XVII, época en que se construyó como cuadra para albergar los caballos de la Universidad. Otro uso tuvo durante la Guerra Civil, que sirvió como refugio antibombas. Con el tiempo sirvió de almacén, hasta que en 1970 se restauró todo el edificio, y se adaptaron las antiguas cuadras del sótano como cafetería, después como restaurante, con la peculiaridad de que se dejó el ladrillo visto y sus características bóvedas.
Recorrí con agrado el local y vi muchas fotografías que inmortalizan a personajes de la farándula y algunos públicos. Pero para mí lo importante es que por las Caballerizas pasaron los poetas José Hierro y José Luis Ledesma, además del gran Joaquín Sabina.
El local de Las Caballerizas me recuerda al desparecido Mesón El Arriero de Dueñas, o a la Sinagoga de Amusco, ambos bajo tierra. Me asombra los arcos y contrafuertes, además de las ventanas, más bien respiraderos, la belleza del lugar es evidente, se asemeja a una de las grandes bodegas terracampinas o cerrateñas, hay ambiente en la antigua cuadra, el horario invita a tomar un vino con jeta, esas marranadas tan ricas, a un pincho o raciones, a embutidos salmantinos o jamón de Guijuelo. Es la hora de comer y qué mejor que probar un menú. Amabilidad palpable en el personal, dan ganas de hablar con todos los que se encuentran en el local, invita a ello la disposición de las mesas.
Por las Caballerizas pasa a diario un importante flujo de personas a desayunar, tomar unos vinos y sus exquisitos pinchos, almorzar, o tomar café. Buen trato y amabilidad y un buen menú, a buen precio y alta calidad, acorde con el buen nombre de la Universidad y de la ciudad.
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