No es difícil imaginar a Luis Linde, gobernador del Banco de España, pidiendo flexibilidad, es decir, que se legalice la esclavitud permitiendo que se suprima el salario muy mínimo comparado con ese entorno europeo del que tanto alardean los de siempre. Para ello, sería necesario cambiar las leyes, así la medida sería legal, aunque continuaría siendo amoral, casi pornográfica, vergonzante. Tampoco es difícil imaginar a Linde o a cualquiera de sus amigos destinando a su dosis mensual de puros la cuantía de ese salario mínimo que pide suprimir. Con cosas así, la desigualdad va camino de convertirse en el único sector al alza y una oportunidad de negocio para desalmados.
Esperanza Aguirre ya ha salido en defensa de esta nueva reforma (así en cursiva, o en discursiva). Al igual que Aznar, está pero no está y es difícil acabar con ellos ya que se han situado en un plano superior, abstracto, etéreo, transversal. Es decir, que lo mismo hablan de una cosa que de dos, sin complejos de ignorancia y con la impunidad que otorga la lejanía de la realidad.