Recordaréis, los seguidores del blog, que hace semanas confesé estar cansado de mi ¡Qué odio! No sólo afectan los virus a los ordenadores, 2.012 infectó mi organismo con uno de los troyanos más peligrosos: la rutina. La comodidad, la vagancia y el pasotismo invadieron mi disco duro, dejándolo atrofiado y tan lento como un Windows 95. Caer en la rutina es como entrar en una mafia: buscas protección, tranquilidad o respaldo, pero los favores se pagan con creces y no es fácil abandonar "la famiiiiilia". Apostaría a que gran parte de culpa recae en comenzar a trabajar, te levantas pensando que tienes la vida hecha ¡Todo un señorito! Currar no es fácil, conste, pero despista por completo de aquello que realmente importa. Te ríes de la vida con el bolsillito lleno y la magnífica independencia, pero...¡¡Hay amigos!! Pan para hoy y hambre para mañana. Nunca sabes cuándo termina el idílico romance con el jefe. Firmas el adiós, sales por la puerta y, con suerte, algún compañero te da un abrazo sincero. Quienes me conocen pensarán que mis últimos meses han sido idílicos, descanso y meditación a lo monge Saholín , PERO NO ¡¡Soy de los que viven en una insatisfacción perpetua!! Si no haces nada no eres nada y he empezado a trepar por el pozo.
A día de hoy todo son dudas e inseguridades recorriendo mi sistema sanguíneo. Tengo tanto por hacer que ni siquiera sé por dónde empezar, doy más vueltas que las peonzas. Soy tan masoquista que me he apuntado a todo, casi sin barajar lo que eso conlleva. Solicitud para viajar al extranjero (nada menos que a América) y dejar atrás todo cuando conozco, inglés intensivo y, cómo no, las malditas oposiciones al estado. Madrugones mañaneros, dificultad para dormir y MIEDO, mucho miedo ¡Con lo cómodo que estaba en la estación viendo pasar los trenes! Papeles, papeles y más papeles en los armarios, sensación de culpabilidad por cada minuto perdido. Seguramente lo mejor será empezar por el principio ¿Alguna tienda abierta que venda confianza y valor?