salinger

Publicado el 26 septiembre 2013 por Libretachatarra

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Por empezar, son pocos: una novela (El guardián entre el centeno, 1951); una colección de cuentos (Nueve cuentos, 1953) y dos libros más que están entre nouvelles y cuentos largos (Franny y Zooey, 1961; y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción, 1963). Sólo cuatro libros. (Salinger publicó varios cuentos más en revistas que no eligió coleccionar o reeditar. Es más, a principios de los años 70 demandó –con éxito– a los editores de un libro de cuentos no coleccionados).
En segundo lugar, como James Dean y Kurt Cobain, Salinger tuvo una vida creativa truncada: su primer libro salió cuando tenía 32 años y el último se publicó cuando tenía 44. Aunque no murió joven, que haya abandonado la publicación en pleno auge de su fama y talento se vivió entre sus seguidores casi como un suicidio. Pero un suicidio lento y extraño, nunca confirmado del todo.
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No permitió adaptaciones al cine o el teatro (salvo una excepción al principio de su carrera, con un cuento, y lo lamentó profundamente). Ejerció control hasta sobre el diseño de las tapas de las reediciones de sus libros –que nunca dejaron de venderse en cantidades masivas–, eligiendo una presentación sencilla, sin imágenes, ni foto de autor, ni biografía. En los Estados Unidos, por lo menos, millones de adolescentes llevaban los tomos de Salinger consigo como si fueran textos sagrados y talismanes, a la vez, contra el conformismo gris del mundo de los adultos.
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Hasta muy poco, lo único que se sabía de Salinger era que abandonó su Manhattan natal a principios de los años cincuenta para ir a vivir en el bosque en New Hampsire, a cultivar su huerto orgánico, estudiar las religiones orientales y escribir para sí mismo como se trataría de orar o meditar. (Y se anticipó una década a los hippies).
Finalmente, hay que mencionar un lado oscuro de la obra de Salinger que también es una parte clave de su mística. El 8 de diciembre de 1980, John Lennon fue asesinado en Manhattan por un tal Mark David Chapman de 25 años, que había viajado desde Hawaii para cumplir su macabra misión. Tras pegarle cuatro tiros mortales, Chapman se sentó en la vereda delante del edificio Dakota, al lado oeste del Central Park (donde vivía Lennon con Yoko Ono y su primer hijo, Sean) y se puso a leer El guardián entre el centeno. Los policías se lo tuvieron que sacar de las manos antes de llevarlo preso. Chapman se sentía tan identificado con Holden Caufield, el protagonista de ese libro, que había pasado los días en Nueva York previos al asesinato copiando las acciones de Caufield en la novela. Entre otras cosas, dijo que mató a Lennon para prevenir que se convirtiera en un falso (un phoney), una de las obsesiones del antihéroe de Salinger.
Como si fuera poco, en menos de cuatro meses, hubo un atentado contra la vida de Ronald Regan, el entonces presidente de los Estados Unidos. El culpable, John Hinkley Jr., reconoció que una de sus motivaciones fue llamar la atención de la actriz Jodie Foster. Pero también –como Chapman– citaba El guardián entre el centeno entre sus principales influencias. Se dice, además, que Lee Harvey Oswald, el supuesto asesino de John F. Kennedy, también era un lector fanático de la novela.
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Uno podría leer y releer los cuatro libros de Salinger sin deducir de ellos el dato autobiográfico más central de la vida del autor: que fue un soldado de combate en la Segunda Guerra Mundial. Específicamente, Salinger participó de la invasión de Normandía el 6 de junio de 1944. Según la biografía, J.D. Salinger, a life (2012) de Kenneth Slawenski, un mes después de la invasión, de los 3.080 soldados en el regimiento de Salinger, solo sobrevivieron 1.130. Fue el comienzo de la guerra para Salinger. Sabiendo esto, uno inevitablemente se pregunta cómo esta experiencia entra en su ficción.
La guerra de Salinger fue dura. Estuvo en la batalla del Bosque de Hürtgen, uno de los episodios más dantescos en una de las guerras más horribles de la historia humana; estuvo presente en la liberación de los prisioneros del campo de concentración de Dachau; y en los últimos meses de la guerra, Salinger trabajó en un equipo de contrainteligencia arrestando e interrogando a ciudadanos en pueblos previamente ocupados por el enemigo.
Repetimos. Aquí esta el misterio central de la vida y obra de Salinger. Por qué nunca habló o escribió directamente sobre estas experiencias. La tragedia de la guerra aparece solamente tangencialmente en algunos de sus cuentos, por ejemplo en Un día perfecto para el pez banana, donde Seymour Glass –un personaje de varios cuentos de Salinger– se suicida, irrevocablemente traumado por sus experiencias en la guerra. Pero Salinger, a diferencia de Hemingway o Norman Mailer (escritores contemporáneos que hicieron su gran fama convirtiendo sus experiencias de la Segunda Guerra Mundial en novelas clásicas) Salinger no usó sus experiencias de guerra para hacer ficción.
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Junto de Holden Caufield, el irónico y rebelde alumno de secundaria, la gran creación de Salinger fue la familia Glass: dos padres y sus cinco hijos y dos hijas, superdotados y excéntricos, que se criaron en un enorme departamento en el Upper East Side. (La película Los excéntricos Tenenbaum del director Wes Anderson crea un mundo muy parecido a la familia Glass).
En New Hampshire donde Salinger se fue a vivir para huir del mundo literario y de su fama, el autor escribía en un bunker alejado de la casa que compartía con su esposa e hija. Según su último biógrafo, trabajaba más de 12 horas por día. Las paredes de su estudio estaban cubiertas de cronologías, biografías y episodios de la vida de la familia Glass. Salinger no veía un futuro como autor sin ellos.
En cuanto a Holden Caufield… Aunque Caulfield es un heredero directo de Huckelberry Finn es, también, una creación completamente original en las letras estadounidenses. Leyéndolo hoy, sin contexto histórico, sería difícil percatarse cuán revolucionario fue. El uso de slang y su actitud contracultural resultó shockeante para las normas de la cultura estadounidense de 1951. Por lo tanto, a la vez de ser –desde el comienzo– un bestseller, ha sido uno de los libros más censurados en la historia de las letras de ese país. Entre las partes más escandalosas fue el uso de la frase “Fuck You”. Claramente, era otro mundo.
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Muchos autores hablan de la importancia de la obra por encima de la figura del autor. En conferencias, entrevistas, simposios y columnas de opinión se quejan sobre el trabajo de ser autor en vez de meramente escribir. Salinger sentía esa incomodidad, pero en vez de quejarse tomó acción. Se apartó del mundo que consideraba falso con la honradez y absolutismo de un monje. Habrán muchas cosas aún por descubrir de la vida de Salinger, pero nada va cambiar el hecho fundamental de su vida como autor: el de dejar de escribir. Fue tan drástica e misteriosa como la misma decisión que tomó Rimbaud. Parte de apreciar a Salinger es respetar esa decisión.
Pero a diferencia de Rimbaud, aun persiste una seria duda sobre si en realidad Salinger abandonó la escritura. Lo que abandonó fue la publicación. Eso fue un sacrificio real que hizo en su vida para vivir en armonía con su moral.
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ANDRÉS HAX
“Vida y obra: J.D. Salinger”
(ñ, 20.09.13)