Salón del Manga 2014

Por Igork

El apabullante éxito del Salón del Manga de Barcelona me hace pensar, de algún modo, en el fracaso de la cultura de ocio europea, y por ende, en lengua castellana, catalana, vasca, gallega, etc. El fan Manga lo acepta todo, colas de dos horas entrada en mano incluidas, para acceder al paraíso. Un paraíso soñado por la cultura japonesa.

Estuve el pasada sábado, día de los muertos, en mi segundo salón Manga en calidad de guardia de corps de mi hija y una colega suya, que a sus doce años apenas leen literatura y en cambio sí consumen masivamente cómics y ven todos los animes habidos y por haber. ¿Por qué? Porque las alternativas culturales que los mayores les ofrecemos son aburridas. Prefieren este universo de corte fantástico, basado en la rica tradición de la literatura fantástica japonesa. Aburridas son las películas, los libros, los cómics, los videojuegos, las series y los dibujos animados fabricados en Europa. Bien pensado, las series de televisión de éxito entre los jóvenes o son norteamericanas (Walking Dead, Breaking Bad, Juegos de Tronos) o son anime. Aunque, viendo la mediana de edad del salón manga de Barcelona, el público no es tan joven como creía.
Y, además del aburrimiento que provoca el ocio fabricado en Europa, hay otros factores de éxito del manga: el formato japonés se adapta maravillosamente al nuevo formato de lectura/consumo: es fragmentario y se consume rápido. Un cómic de One Piece, por ejemplo, se lee en media hora y su traslación en dibujos animados (anime) dura veinte minutos. Ña-ñac-ñac. Divertido, bueno, gratis (otra clave del éxito son las páginas que piratean manga, expandiéndolo), y perfectamente divididle en pequeños espacios temporales. 


En fin. Un sábado, día de los difuntos, me desperté a las siete de la mañana (ya pueden darme el pésame) para asistir a un largo desfile de cosplays (= disfraces de los héroes manga), muchos fabricados con mucho talento de modo artesanal usando madera, espumas, goma eva, etc por los fans. ¿La diversión? La exhibición. Flipado, iba admirando a los disfrazados preguntándome cuántas horas habían invertido en manufacturar (con las manos) esos trajes y qué los motivaba. Como siempre, los había cutres y los había muy currados. A mi me hacen gracia algunos manga. Otros los encuentro horrorosamente arquetípicos. El que más me gusta es One Piece, que ofrece una historia de piratas clásica totalmente irreverente en la que un héroe, por ejemplo, puede ser un gigante grotesco ataviado como un travesti, otro de los héroes siempre se pierde, como Zoro, y uno de los grandes malos viste zapatitos de bailarina y su abrigo de plumas es de color rosa chillón, como Doflamingo. No, no, si es que además cuadra.

Me aplico el conocido dicho de que si no puedes con tu enemigo, únete a él. Mi hija y yo llevamos unos pocos años dibujando personajes manga. Ella, incluso ha ganado un premio de dibujo (retratando a Boa-Hancock, de One Piece) y lo peor de todo es que me lo paso muy bien y salgo del papel de padre “haz los deberes, barre tu habitación, estudia inglés, levántate, quita la mesa”.  Ahora nos hemos liado a largo plazo, estamos dibujando un mural manga, de dos metros de largo por uno y medio de ancho. Está quedando bien aunque queda trabajo para meses. Sensación de ir a alguna parte, por influjo del mundo manga.

Salón del Manga 2014