Apenas las ví mi mente viajó una década atrás y me vi arriba de aquel gomón saltando, remando (bueh... o revoleando el remo haciendo que remaba), tragando agua y mirando fijamente al chaleco salvavidas que tenía en el pecho ya que, confieso en este momento, no sé nadar y le tengo un poco de pánico a la inmersión en aguas profundas.Ustedes se preguntarán qué hacía entonces yo arriba de aquel gomón si no sabía (y no sé aún) nadar, si le tenía miedo al agua y sabía que no la iba a pasar bien en aquella especie de montaña rusa acuática. Y la respuesta es muy simple: estaba ahí arriba por que Claudia y Adrián también estaban ahí arriba. Y acá es donde viene el fundido a negro como en las películas y aparece en leyenda sobre una margen de la pantalla los nombres: Claudia y Adrián. La historia es algo así (para no hacerla tan larga): corría el año 2005, apenas estábamos saliendo de la crisis y los costos no daban para salir al exterior. Como buen viajero al que ningún viento le tumba la vela decidí no vivir la situación como un drama y me largué a viajar por nuestro país, el cual sabía que no me iba a defraudar y que bien valía la pena conocer si quería luego hablar de aquello que vería afuera.
Así es como con poco dinero pero muchas ganas de viajar compré un pasaje en micro a Salta. Una vez allí (después de casi un día de viaje) me fui caminando hasta el Backpaker ubicado a unas pocas de la catedral,ya que, según me habían dicho ahí era donde estaba la movida de los viajeros. Al llegar hice el check-in y vi a una chica (Claudia) sentada en uno de los sillones de la entrada, ya que hacía poco que había hecho su ingreso. Nos pusimos a hablar y los dos nos contamos que éramos de Buenos Aires y ahí nos dimos cuenta de que viajábamos solos. A los pocos minutos de estar hablando llegó un chico con mochila y nos miró. Hizo su check-in y en menos de lo que pudimos percibir se había sumado a la conversación y caímos en la cuenta de que, los que primero eran dos viajeros solos, ahora sumaban un tercero. Lo que vino de allí en mas se puede resumir así: una semana de excursiones, desayunos, almuerzos, meriendas, cenas y mates "todo juntos". Nunca antes me había reído tanto en un viaje y jamás me volví a reir como lo hice con ellos dos. Compartíamos el dia y las actividades desde que nos levantábamos hasta que nos íbamos a la cama, bien tarde, con las payadas, las zambas y las tonadas que cantaban en el patio los huéspedes del hostel.
En esa semana paseamos por Humahuaca, Purmamarca, Santa Rosa de Tastil, San Lorenzo, fuimos al teleférico que atraviesa la ciudad infinidad de veces y nos subimos al movitrack mientras recorrimos las Salinas grandes de Jujuy e hicimos el circuito del tren de las nubes pero desde abajo, embarrados y a bordo de un jeep. La noche antes de volvernos nos pusimos tristes por la despedida y creo que, en lo más profundo de cada uno de nosotros, nos propusimos volver a vernos. A los pocos días de estar en la cotidianeidad de la vida recibí un mail de ambos pidiendo el reencuentro y a partir de ese momento, dejamos de ser compañeros de viaje para ser "amigos". Hoy, una década después no nos vemos tanto como antes pero siempre estamos presentes con un mensaje, un saludo y el recuerdo de aquellos días que nos cambió la vida y nos hizo sentir que era muy lindo tenernos el uno al otro. En este tiempo Claudia cumplió su sueño de casarse y ser mamá (tiene un gordito enrulado que no puede ser más lindo) y continúa con esa sonrisa hermosa que la hace única e irrepetible. Y Adrián cumplió el suyo que es el de dedicarse de lleno a ser mejor persona de lo que ya es. (Y yo en lo personal cumplí el mío: acá estoy, haciendo lo que más me gusta que es contar y sigo con mi blog que por entonces, tenía unos pocos posteítos y soñaba con dar la vuelta al mundo.
Perdonen si me extendí pero me desde hace un tiempo soy cultor de la filosofía de que nada es por casualidad sino por causalidad. La llegada de estas fotos en este momento no fueron fortuitas y les aseguro que no había otra historia mejor que pudiera ocupar el primer posteo del año. Ahora sí los invito a que vean en que consiste una mañana de rafting en el San Lorenzo, actividad que les recomiendo ya que, además de ser inolvidable, en una de esas, les regala un par de amigos como los que conseguí por entonces.