Salta hace una década: un viaje con sincrodestino

Publicado el 09 enero 2015 por Nicopasi
Justo cuando empezaba el año y preparaba el próximo viaje (para el cual falta casi un semestre) comencé a pensar sobre que iba a a tratar el primer posteo del año. En primer lugar quiero saludarlos y desearles a cada uno de los lectores que tengan el mejor año de sus vidas y en lo personal agradecerles por estar ahí desde el 2003 apoyando, comentando, leyendo y haciendo que el viejo oficio de contar renueve día a día los votos para seguir vivo. Mientras hacía todo eso y la idea del primer posteo no llegaba - Síndrome de la página en blanco se llama en periodismo- casualmente (¿O causalmente?) un amigo entrañable que conocí hace diez años en un inolvidable viaje a Salta, me comparte en Facebook una serie de fotos sacadas en la ocasión de un rafting que hicimos en el Río San Lorenzo (al parecer uno no tan fácil para comenzar en ese deporte) y que por una razón u otra, vaya uno a saber, jamás habían salido de su computadora y hoy lo hacían.
Apenas las ví mi mente viajó una década atrás y me vi arriba de aquel gomón saltando, remando (bueh... o revoleando el remo haciendo que remaba), tragando agua y mirando fijamente al chaleco salvavidas que tenía en el pecho ya que, confieso en este momento, no sé nadar y le tengo un poco de pánico a la inmersión en aguas profundas.Ustedes se preguntarán qué hacía entonces yo arriba de aquel gomón si no sabía (y no sé aún) nadar, si le tenía miedo al agua y sabía que no la iba a pasar bien en aquella especie de montaña rusa acuática. Y la respuesta es muy simple: estaba ahí arriba por que Claudia y Adrián también estaban ahí arriba. Y acá es donde viene el fundido a negro como en las películas y aparece en leyenda sobre una margen de la pantalla los nombres: Claudia y Adrián. La historia es algo así (para no hacerla tan larga): corría el año 2005, apenas estábamos saliendo de la crisis y los costos no daban para salir al exterior. Como buen viajero al que ningún viento le tumba la vela decidí no vivir la situación como un drama y me largué a viajar por nuestro país, el cual sabía que no me iba a defraudar y que bien valía la pena conocer si quería luego hablar de aquello que vería afuera.
Así es como con poco dinero pero muchas ganas de viajar compré un pasaje en micro a Salta. Una vez allí (después de casi un día de viaje) me fui caminando hasta el Backpaker ubicado a unas pocas de la catedral,ya que, según  me habían dicho ahí era donde estaba la movida de los viajeros. Al llegar hice el check-in y vi a una chica (Claudia) sentada en uno de los sillones de la entrada, ya que hacía poco que había hecho su ingreso. Nos pusimos a hablar y los dos nos contamos que éramos de Buenos Aires y ahí nos dimos cuenta de que viajábamos solos. A los pocos minutos de estar hablando llegó un chico con mochila y nos miró. Hizo su check-in y en menos de lo que pudimos percibir se había sumado a la conversación y caímos en la cuenta de que, los que primero eran dos viajeros solos, ahora sumaban un tercero. Lo que vino de allí en mas se puede resumir así: una semana de excursiones, desayunos, almuerzos, meriendas, cenas y mates "todo juntos". Nunca antes me había reído tanto en un viaje y jamás me volví a reir como lo hice con ellos dos. Compartíamos el dia y las actividades desde que nos levantábamos hasta que nos íbamos a la cama, bien tarde, con las payadas, las zambas y las tonadas que cantaban en el patio los huéspedes del hostel.
En esa semana paseamos por Humahuaca, Purmamarca, Santa Rosa de Tastil, San Lorenzo, fuimos al teleférico que atraviesa la ciudad infinidad de veces y nos subimos al movitrack mientras recorrimos las Salinas grandes de Jujuy e hicimos el circuito del tren de las nubes pero desde abajo, embarrados y a bordo de un jeep. La noche antes de volvernos nos pusimos tristes por la despedida y creo que, en lo más profundo de cada uno de nosotros, nos propusimos volver a vernos. A los pocos días de estar en la cotidianeidad de la vida recibí un mail de ambos pidiendo el reencuentro y a partir de ese momento, dejamos de ser compañeros de viaje para ser "amigos". Hoy, una década después no nos vemos tanto como antes pero siempre estamos presentes con un mensaje, un saludo y el recuerdo de aquellos días que nos cambió la vida y nos hizo sentir que era muy lindo tenernos el uno al otro. En este tiempo Claudia cumplió su sueño de casarse y ser mamá (tiene un gordito enrulado que no puede ser más lindo) y continúa con esa sonrisa hermosa que la hace única e irrepetible. Y Adrián cumplió el suyo que es el de dedicarse de lleno a ser mejor persona de lo que ya es. (Y yo en lo personal cumplí el mío: acá estoy, haciendo lo que más me gusta que es contar y sigo con mi blog que por entonces, tenía unos pocos posteítos y soñaba con dar la vuelta al mundo.
Perdonen si me extendí pero me desde hace un tiempo soy cultor de la filosofía de que nada es por casualidad sino por causalidad. La llegada de estas fotos en este momento no fueron fortuitas y les aseguro que no había otra historia mejor que pudiera ocupar el primer posteo del año. Ahora sí los invito a que vean en que consiste una mañana de rafting en el San Lorenzo, actividad que les recomiendo ya que, además de ser inolvidable, en una de esas, les regala un par de amigos como los que conseguí por entonces. 
El equipo de la actividad completo (Claudia es la del casco amarillo en la mano y Adrián el de las bermudas amarillas). Todos los que ven con chaleco fuimos los que vivimos la experiencia del remo a bordo del gomón.
El gomón se desliza tranquilo entre las piedras que anuncian lo que vendrá algunos minutos mas tarde
El agua se revoluciona y al chocar contra las piedras produce unos saltos que invitan a tirarse para atrás y remar más fuerte para no caer antes de empezar
Primera prueba sorteada
A remar y a estar atentos ante una nueva picada
El momento de la victoria... el circuito se completó y llegamos todos los que subimos
Sobre el final el guía nos jugó una mala pasada y nos dió vuelta el gomón...
Nunca agradecí tanto encontrar suelo debajo del agua... y llegué a la costa caminando
Si se animan y le pierden el miedo al agua, al final de la experiencia, tendrán una foto como esta (Y por que no, un par de amigos como Adrián y Claudia).